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Last song

Capítulo 1

– Mis condolencias, Doiha chan. Un año más desde la muerte de tu libertad – dijo Tetsu en son de broma mientras abrazaba a Hyde.
– Tal vez tú debas darte prisa o si no, no podrás llenas las expectativas de la chica más ingenua en la noche de bodas.
– ¡Ja! Yo prefiero seguir en la lista de los solteros más codiciados de Japón, muchas gracias.
– Bueno, sigue en la lista por mucho más y morirás formando parte de ella, solo y olvidado.
Megumi dirigió una mirada de advertencia a su esposo, quien captó de inmediato que tal vez se le había pasado la mano, considerando la actual situación de Tetsu. Para no echar más sal sobre la herida, sólo le dio una palmada en el hombro y se separó de él, dejándolo libre para felicitar a Megumi.
Ella lo abrazó efusivamente, con un contacto reconfortante que algo tenía de maternal.
– Sabes bien que es broma, Megumi. Muchas felicidades…
– Gracias.
– Y mis respetos, por ser capaz de soportar a este pesado por tantos años.
– Con algo de suerte, serán muchos más – terció Hyde.
– Así será. Pero sólo porque Megumi es una santa.
Megumi rió mientras Tetsu y Hyde se sacaban la lengua como dos preescolares intentando iniciar una riña. Después observó a Tetsu ir a ocupar un lugar entre el resto de los invitados, hasta que tuvo que volverse para recibir a una amiga suya.

Poco a poco, Tetsu había terminado por aislarse en un rincón del salón, posesionado de una botella completa de licor francés impronunciable, con su respectivo servicio de hielo y agua mineral servido en una hermosa bandeja de cristal. Todos parecían muy entretenidos y él ya se había hartado de fingir ecuanimidad cada vez que le preguntaban cómo estaba Yuriko y por qué no la tenía pegada a él como una chinche. Quienes no preguntaban, invariablemente le miraban con ojos de compasión y cuando se separaban de él, murmuraban por lo bajo con otros, mirándolo de reojo.
Durante un rato, Hyde le hizo compañía, pero ahora había regresado a cumplir con su papel de anfitrión atendiendo a otros invitados. Ahora Tetsu pensaba con ironía que su amigo sólo le había ayudado a vaciar más rápido la botella porque, con toda su habilidad poética, fallaba rotundamente al intentar evitar el tema de su ruptura con Yuriko de manera al menos remotamente natural.
Apoyó la cabeza en la mano, pensando que no podía estar más ansioso por que el tiempo pasara más rápido. Algunas exclamaciones mal ahogadas le hicieron volver el rostro, sólo para sentir un vuelco en las entrañas y comprobar que había estado equivocado. El revuelo se debía a la llegada de Gackt. Por supuesto, debía habérselo esperado; aquél era el aniversario de bodas de Hyde y Gackt era un buen amigo suyo desde Moon Child.
Moon Child.
Tetsu tragó saliva. Verlo en la presentación de la película había sido inevitable, pero después de eso había sido muy cuidadoso para no toparse con él en ninguna parte. Cualquier oferta para aparecer en programas o cosas por el estilo que involucrara al alto y aristocrático cantante era rechazada de de inmediato, así se tratase de un concierto de caridad.
Buscó desesperadamente a alguien con la mirada, mientras Gackt apretaba a Hyde en un abrazo lo bastante efusivo para levantarlo varios centímetros del suelo. Yukihiro estaba enzarzado en una interesante conversación con su más reciente novia: una belleza de aire intelectual y sofisticado que era la envidia de todo Ki/Oon Records. Y a Ken era impensable interrumpirle mientras intentaba hacerse el interesante para una guapa modelo amiga de Megumi.
Gackt pasó de largo, a varios metros de su rincón, y se ocupó en una diplomática conversación con algunos nombres importantes de la industria. Muchas miradas se posaron en él, con envidia o deseo, pero él les ignoró con elegancia.
El bajista de L’Arc~en~Ciel decidió que lo mejor sería dedicarse por entero a su botella de alcohol europeo hasta que la hora fuera lo suficientemente tardía para huir de aquel lugar sin parecer grosero.
Largo rato después, Tetsu miraba hacia la pared sin ver nada en realidad. El vino, o lo que fuera, se había acabado hacía mucho, pero no quería moverse de su sitio para conseguir otra botella, pues temía encontrarse frente a frente con Gackt y verse imposibilitado para evitarlo; así que había seguido con el agua mineral y, después, con el líquido de los hielos derretidos.
El problema era que el efecto del alcohol comenzaba a disiparse, y ahora su mente estaba llena con recuerdos dolorosos. Ninguna de sus relaciones funcionaba por más de dos semanas, y por alguna razón había pensado que con Yuriko sería distinto. A pesar de todos sus esfuerzos, ella le había dejado después de tres meses y medio. No podía negarlo, algo importante había faltado desde el principio.
Sintió los cabellos de su nuca erizarse. Primero fue el olor, que reconoció de inmediato: era el aroma de un perfume perteneciente a una de sus firmas predilectas. Luego fue el sillón hundiéndose bajo el peso de alguien que se sentaba a su lado.
Lentamente, se volvió, como si no quisiera mirarlo. Pero ahí estaba.
– Konban wa, Tetsu san.
– Konban wa, Gakuto kun.
Pensaba en una o dos frases de cortesía antes de levantarse y dejarlo ahí, avisar a Hyde que se marchaba y no volver a ver al alto cantante en toda su vida. Pero Gackt no se lo iba a permitir.
– ¿Ahogando en alcohol el dolor de un corazón destrozado, Tetsu?
Le dirigió una mirada cargada de veneno, pero que empezaba a ponerse vidriosa. Dolía más cuando lo escuchaba de sus labios.
– ¿Te parece familiar la situación?
– Quizá – replicó –. Supongo que a todos nos ha pasado alguna vez.
– O algunas.
La sonrisa enigmática en labios de Gackt pareció estrujar su corazón.
Con su ruptura con Yuriko ahora siendo del dominio público, no le parecía lo más adecuado perder el control en ese lugar para que al día siguiente los adulterados detalles de Tetsu llorando en la fiesta de aniversario de su mejor amigo circularan por toda la industria del entretenimiento.
– ¿Estás bien, Tetsu?
El bajista respiró hondo. Sentía las lágrimas a punto de desbordarse de sus párpados. Sacudió la cabeza en una negativa.
– Vamos por unas copas… a un lugar más privado.
Para sorpresa de ambos, Tetsu accedió.
Mientras conducía, siguiendo cuidadosamente el solemne auto negro de Gackt, esperaba un bar de baja categoría, barato y oscuro. Tales lugares eran el refugio perfecto para personas como ellos.
Por supuesto, a Tetsu seguía perturbándole la presencia de Gackt, pero si iba a dar un espectáculo, mejor que fuera ante alguien que conocía el lado oscuro de su personalidad y que de todas formas hablaría mal de él, independientemente del llanto de esa noche.
Tetsu se encontró de pronto en el lujoso apartamento de Gackt.
– ¿Cuándo fue la última vez? – preguntó mientras tomaba asiento en aquella sala de estar, intentando aparentar calma.
– ¿La última vez?
– Que nos dirigimos más de seis palabras.
Gackt lo pensó. Cuando Hyde había pretendido presentarlos en el estreno de Moon Child, habían intercambiado exactamente seis palabras.
– Poco más de nueve años – respondió por fin.
– Ha pasado mucho tiempo.
– Un. ¿Quieres algo de beber?
Tetsu se alzó de hombros y Gackt fue a la cocina por una botella de vino frío, dejándolo a solas con sus pensamientos.
Nueve años. ¿De verdad había pasado tanto tiempo? A veces aún podía recordar cada detalle como si hubiese sido sólo ayer.
Gackt regresó con una botella de vino tinto ligeramente escarchada y un par de copas de cristal. Tetsu lo miró largamente, con los recuerdos aún bullendo en su mente.
– Luces… muy bien – agradeció que sus labios no hubiesen pronunciado la palabra que resonó en su mente.
Hermoso había sido la palabra.
– Lo sé – dijo sin modestia alguna colocando la botella y las copas en la mesita frente a ellos y sentándose junto a él.
De pronto, Tetsu sintió la ira arder en su vientre. No había pretendido dirigirle un cumplido. Ansioso por corregir su error, pasó firmemente el dedo índice por todo el puente de la nariz de Gackt.
– La cirugía obra milagros. ¿Cuántas veces fueron necesarias? ¿Tres? ¿Cuatro?
– Dos – corrigió –. El problema era casi tan severo como el de tus dientes. Costó mucho dinero y mucho dolor, pero me gusta el resultado. Veo que a ti también.
Tetsu se limitó a sonreír sin alegría, mientras su anfitrión servía las dos copas de fresco vino tinto.
– También tú te ves bien, ahora que dejaste de intentar peinados que se pasaron de rosca en los 80’s – bebió alegremente de su copa.
– Sigues siendo un mocoso insolente.
– Tal vez, pero al menos no soy lo bastante patético para beberme una botella entera de bourbon por una modelo de revista semanal.
Se sintió furioso al comprobar con esa frase que Gackt lo había estado observando toda la noche. Esbozó una sonrisa que era todo menos alegre y preparó una respuesta ingeniosa que sería como lanzar un arpón contra el ego del cantante, pero nunca llegó a pronunciarla.
La sorpresa fue tal que la copa cayó de sus manos, causando una mancha enorme sobre el claro tapiz del sillón. Mientras la mancha se expandía, Tetsu devolvía el beso, profundo y fuerte, con sólo ese contacto y el calor de su cuerpo dominando su mente, reduciendo el dolor y la depresión a un olvidado y minúsculo rincón.
Era impresionante, la forma en que sus bocas se reconocían como si no hubiesen pasado nueve años. La manera en que Tetsu se las arreglaba para respirar sin romper el beso, los dedos enredándose en su cabello, la mano que acariciaba el punto en la mitad de su espalda, donde sabía que no fallaría en excitarlo… todo era justo como lo recordaba. Pero quería que esta vez fuera diferente.
– ¿Vamos a la habitación? – maldijo la lujuria que convertía su voz en un murmullo desesperado.
– Si es lo que quieres…
Gackt se desprendió de él, levantándose del sillón y dirigiéndose a su habitación. Se detuvo en la puerta, abriéndola para Tetsu y haciéndolo pasar primero.
Admiró el gusto con que se había decorado el lugar, y la calidad de las sábanas de seda que cubrían la cama. Estuvo a punto de preguntar quién era su decorador, pero si había sido Gackt quien había seleccionado todo eso, se vería obligado a reconocer su buen gusto… así que se quedó callado.
Se sentó en el borde de la cama, con las manos recargadas a cada lado de su cadera, dirigiéndole una mirada seductora.
Gackt se acercó lentamente, desabotonando su camisa y dejándola resbalar por sus hombros hasta el suelo.
El bajista llevó sus manos a acariciar su torso, sintiendo una nueva oleada de lujuria. Diez años antes, había hecho exactamente lo mismo. Sólo que entonces, su cuerpo no había sido el anguloso cuerpo de un hombre, sino la todavía redondeada figura del final de la adolescencia; su torso no había sido musculoso y duro, sino suave y frágil, con la delgadez extrema producto de una vida en la cual tenía que elegir entre dos comidas diarias o la ropa y el maquillaje que le harían lucir a la altura de los mejores artistas de Japón.
Aquella había sido su tercera cita. Gackt acababa de tomar ese nombre, recién había ingresado a Malice Mizer y apenas era lo bastante mayor para que Tetsu pudiera tocarlo sin enfrentar una demanda legal por ello. En aquél entonces, Gackt no sólo era un novato como músico profesional, sino en muchas otras cosas, y cuando Tetsu acarició su piel desnuda, había empezado a temblar como una hoja. El bajista le hizo mirarlo a la cara, encontrando en sus ojos, entonces castaños, una mezcla de pasión y miedo.
– ¿Acaso no confías en mí? – había preguntado dulcemente, acariciando su rostro con las yemas de los dedos. Gackt había forzado una sonrisa a sus labios, asintiendo frenéticamente con la cabeza en vista de que las palabras le habían abandonado; y entonces, había permitido que Tetsu lo tendiera en su cama y le mostrara el dolor y el placer del amor de un hombre.
Esta vez, Gackt se sentó junto a él, besándolo bruscamente mientras lo arrastraba con él a la cama. Se montó en su cuerpo, permitiendo que Tetsu lo tocara mientras él seguía besándolo.
El cuerpo de Gackt, mucho más pesado de lo que había sido, cortaba sus movimientos, y sentir la dura erección debajo de sus entallados pantalones de piel sólo conseguía impacientarlo aún más. Deseando imponer su propio ritmo, empujó el hombro de Gackt para cambiar posiciones, pero el cantante no cedió. Sólo por un instante, captó el reflejo del frío azul de sus ojos, y entonces sitió un estremecimiento cruzarle toda la espalda.
– Gackt… Gackt…
Los besos en su cuello y su mandíbula se volvían más bruscos, y Tetsu sabía que al día siguiente tendría más de una marca que ocultar con maquillaje. Pero sobre todo, algo no marchaba bien.
– ¡Sa…! – una mano cerrándose en su garganta cortó sus palabras.
– Llámame por ese nombre tan sólo una vez, y date por muerto.
Las siseadas palabras en su oído le hicieron paralizarse.
– ¿Qué pasa, Tetchan? ¿Acaso no confías en mí?
El bajista sintió una onda fría recorrerle el cuerpo.  Intentó liberarse, pero el peso de su cuerpo no se lo permitió. Lo empujó, sólo para encontrar que no podía moverlo ni un centímetro.
En la tenue luminosidad que se colaba por la ventana, se sostuvieron la mirada por unos instantes. El miedo en los ojos de Tetsu provocó una sonrisa cruel en los labios del cantante.
– ¿Me tienes miedo, Tetchan? ¿Tú a mí?
– Quítate de encima – exigió, con los dientes apretados.
– Claro.
Tetsu gruñó mientras Gackt desgarraba su camisa Chanel y empezaba a arrancársela. Intentó detenerlo, sólo para encontrar que, en algún momento de esos nueve años, Gackt había superado por mucho su fuerza física.
Se detuvo en cuanto se deshizo de todos los jirones  que habían sido la camisa de Tetsu, gozando de la vista de su torso desnudo y su mirada furiosa. Sujetándole las muñecas contra el colchón a cada lado de su cuerpo, se inclinó para lamer un pezón, endureciéndolo con los giros de su lengua para después succionarlo y mordisquearlo.
Tetsu se revolvió como un pez sacado del agua, demasiado humillado para que su garganta pudiera emitir algo más que un sonido gutural.
Gackt se incorporó un poco.
– ¿Qué vas a hacer? ¿Gritar como una doncella ultrajada en espera de que algún príncipe venga a salvarte?  Te tengo una noticia – se inclinó para susurrarle al oído –, yo soy tu príncipe.
El bajista se encontró de pronto mirando hacia un lado. Pasaron varios segundos antes de que su mente registrara que Gackt lo había golpeado, y aún otros más antes de notar que sus manos estaban libres, porque las de Gackt ahora desabrochaban su cinturón y sus pantalones. Descargó una lluvia de golpes contra los costados del cantante, pero sólo consiguió hacerlo gruñir un par de veces.
La sensación de la mano de Gackt cerrándose apretadamente sobre su miembro no le permitió moverse mientras el cantante usaba las piernas para terminar de quitarle los pantalones.
Mientras una de sus manos frotaba a Tetsu con fuerza, la otra se deshacía ciegamente de sus pantalones de piel. La erección de Tetsu casi había desaparecido por completo, pero en su mano volvió a endurecerse rápidamente, a pesar de que una mano aún golpeaba su espalda y otra más tiraba desesperadamente de su cabello. Sin dar aviso de nada, sujetó los muslos del bajista y los pasó a cada lado de su cadera, provocando que Tetsu se agitara violentamente bajo su cuerpo. Con toda su fuerza, sujetó sus manos contra la almohada, por encima de su cabeza.
Sintiendo la erección de Gackt contra su ano, Tetsu se revolvió con la fuerza de un animal que ha caído en una trampa. Consiguió liberar uno de sus brazos y estampó su puño contra el rostro de Gackt. Su objetivo era esa nariz quirúrgicamente perfecta, pero no se decepcionó al conectar el golpe en su mejilla.
Gackt emitió un resoplido que era mitad risa mientras volvía el rostro para reacomodar su mandíbula y recuperaba su presa en la muñeca de Tetsu.
– Vamos, Tetchan, deja de resistirte. ¿Acaso no te gusta? Yo sé que sí.
En un alarde de poder, sujetó las dos manos de Tetsu con una sola, deslizando la otra por su cuerpo hasta su bajo vientre, sujetando en ella los testículos del bajista, apretando y aflojando con movimientos circulares. Tetsu no pudo reprimir un jadeo, para completo placer de Gackt. Lo sabía, lo conocía demasiado bien. Sabía que no había nada que pudiera excitarlo más.
Maldijo sus instintos y sus hormonas, que se negaban a obedecerlo. No quería que su cuerpo disfrutara de aquella tortura. De pronto, la humillación le dio nueva fuerza, y se sacudió la mano de Gackt, lanzando un golpe contra su garganta con una mano y con la otra intentando apartarlo de su cuerpo.
Gackt tosió, pero recobró el control muy pronto. De nuevo, sujetó las manos de Tetsu, con tanta fuerza que de inmediato sus uñas comenzaron a amoratarse.
– Bien. No más dulces atenciones para ti, entonces.
Tetsu rugió, forcejeando con toda su fuerza sin resultado alguno, excepto la sarcástica risa de Gackt.
– Pero, ¿sabes? Mejor sí resístete. Puede que me guste más de esa manera.
Aunque hubiese querido, no habría podido reprimir el grito que escapó de su garganta al sentir sus músculos crujir, desgarrándose a medida que Gackt lo penetraba casi con violencia. Su grito se ahogó en la boca del cantante, que lo besaba apasionadamente, introduciendo su lengua tan profundamente como podía. Tetsu atrapó su lengua entre sus dientes, mordiendo con fuerza; pero aunque el beso se llenó con el sabor metálico de la sangre, no se detuvo.
Gackt liberó sus manos, aunque ello significó soportar los golpes en su espalda. Pasó las manos por todo su cuerpo, tembloroso, tenso y cubierto de sudor. Durante muchísimo tiempo, había deseado sentirlo así, vulnerable y asustado, dominado por quien siempre había creído poder dominar. El dolor no importaba. Era sólo su cuerpo.
Consiguió cerrar una mano en torno a la garganta de Gackt, apretando con toda su fuerza y ansiando escuchar el seco crujido de la tráquea. Pero Gackt se separó de él un poco, y Tetsu pudo ver los labios un poco coloreados de sangre antes de sentir las manos tomando puños de su cabello y tirando de él hacia atrás. Sólo un instante después, sintió la boca de Gackt cerrarse contra su cuello, apretando con fuerza la manzana entre sus dientes como un lobo con su presa. Tetsu lo soltó y al instante la mordida degeneró en una vereda de bruscos besos y mordiscos por todo su hombro. Con desesperación, le tiró del cabello, resistiéndose a la familiar sensación que se acumulaba en su vientre, opacando el dolor de Gackt moviéndose sin cuidado dentro de él.
El alto cantante gozaba de cada sensación; de las manos de Tetsu jalándole el cabello, de sus piernas que se apretaban en su cadera en un rechazo instintivo, su erección que rozaba su abdomen con cada embestida, su rostro crispado por el dolor y la excitación y, sobre todo, de la fuerza con que sus músculos internos lo apretaban, resistiéndose a cada nueva penetración, que se hacía más fácil con la mezcla de sangre y líquido preseminal. Cerró los ojos con fuerza, intentando aminorar su paso para aferrarse a aquella sensación, pero fue inútil. El orgasmo lo sacudió como una corriente eléctrica, cegándolo de triunfo, placer y agridulce satisfacción por sólo un momento.
Tetsu deseaba que todo aquello terminara lo antes posible. Prefería un millón de veces la cortante frialdad del hielo para desaparecer la erección entre sus piernas que la liberación del orgasmo en brazos de Gackt. Sólo que su cuerpo no parecía estar de acuerdo. Muchas veces había compartido su cama con otros hombres, pero nunca de esa forma. Sintió cómo Gackt alcanzaba el orgasmo y por un instante agradeció que todo terminara. Lo que no había previsto era la sensación de las contracciones musculares de su amante forzado, el sentir claramente cómo eyaculaba en su interior, y eso bastó para robarle el poco control que tenía sobre sí mismo. Al instante siguiente, estaba jadeando, con su cuerpo convulso de placer.
Respirando entrecortadamente, los dos se quedaron justo como estaban. A Gackt ya no le interesaba retenerlo a su lado, y a Tetsu no le preocupaba escapar.
Saboreando una amarga victoria, Gackt le soltó los brazos y ocultó el rostro en su hombro. Obedeció el lento movimiento de las piernas de Tetsu y sacó su miembro de su cuerpo. Luego, volvió a quedarse quieto. Había deseado eso durante años, y ahora que por fin lo había hecho suyo y lo había lastimado, algo en su pecho seguía doliendo. Quizá aún más que antes. En silencio, dejó que lágrimas de amargura, resentimiento y alegría resbalaran por su rostro.
Tetsu no quería moverse. Sabía que Gackt no le impediría irse, pero no quería dejar de sentir su cuerpo cálido sobre el suyo. Entre otras cosas, porque el aire acondicionado hacía de la atmósfera del cuarto algo muy frío. Durante años, había deseado encontrarse con él, ver de cerca al hombre en que se había convertido, volver a tocarlo, recibir sus besos, su odio y su resentimiento. Y ahora que al fin había pasado, no sabía en qué dirección debía moverse. En completo silencio, dejó que las lágrimas de humillación, ira y esperanza se mezclaran sobre sus mejillas.
Cuando estuvo completamente seguro de que Gackt estaba dormido, lentamente descansó una mano en su cintura, sin perturbarle, como había hecho una noche diez años atrás.

Usualmente, Gackt se movía como un gatito sufriendo pesadillas cuando dormía, pero esta vez no se había movido ni un milímetro en toda la noche, como si temiera que Tetsu fuera a escapársele si dejaba de aprisionarlo bajo su cuerpo.
Tetsu despertó. Le dolían los pulmones por haber estado luchando contra el peso de Gackt para respirar durante toda la noche. Sin mucha delicadeza, se lo sacudió de encima. Gackt no se resistió. En cuanto movió las piernas, el dolor lo paralizó. Además de los pulmones, le dolía todo el cuerpo como después de una sesión de gimnasio para atletas de alto rendimiento, y la piel le escocía por los mordiscos y los rasguños en más de un sitio, pero había algo que superaba a todo lo demás. Sintió como si le clavaran una aguja de tejer en el trasero hasta destrozarlo por dentro. No quería imaginarse hospitalizado por severo daño interno, y mucho menos quería pensar en lo doloroso que sería aplicar una pomada o un antiséptico ahí. Sin embargo, sabía que la mirada de Gackt se clavaba en su espalda, así que se obligó a levantarse y, ahogando un gemido, empezar a vestirse. Se vistió el pantalón, pero su camisa se había convertido en tiras la noche anterior.
– Guardarropa – exigió con voz glacial.
Gackt señaló con la mano una puerta al costado de la habitación. Tetsu entró en ella mordiéndose la lengua para no llorar por el dolor que le provocaba cada paso. Hurgó entre la fina ropa de Gackt en busca de una camisa que se aproximara a su talla, tirando todo lo que no le servía, arrugando las sedas más finas y arrancando algunos botones. Finalmente, dio con un par que le iban bien. Se quedó con la negra, porque imaginaba que a Gackt le gustaba más que la otra, y porque sabía que era mucho más cara, como todo lo que pertenecía a las ediciones limitadas de Dior.
Regresó a la habitación y así, de pie, se calzó los zapatos. Se disponía a retirarse cuando Gackt le cortó el paso, plantando frente a él su glorioso cuerpo desnudo.
– No te importa que me la quede, ¿verdad? – dijo refiriéndose a la camisa, sosteniéndole la mirada con una sonrisa helada.
– No. Considérala un regalo… por los viejos tiempos – acercándose un poco más, le dio una palmada en el trasero con toda su fuerza.
Sintiendo que el dolor le cerraba la garganta, Tetsu le escupió a la cara. Gackt cerró los ojos e hizo más amplia su sonrisa.
El bajista salió de la alcoba, luchando por contener las lágrimas y tirando todo lo que podía a su paso. En cuanto estuvo en su auto, pisó el acelerador y voló hacia su apartamento.
Lo primero que hizo al llegar a casa fue dirigirse a la cocina, arrancarse la camisa y arrojarla al niquelado fregadero. Ahí, le vació una botella de alcohol de curación y luego le arrojó una cerilla. Casi sin parpadear, observó cómo las llamas convertían en cenizas esa prenda, cuyo valor podría haber alimentado a dos o tres familias por un mes.
Aún temblando de pies a cabeza, se dirigió al cuarto de baño, donde se desnudó antes de entrar en la ducha. El agua se tiñó de rosa al lavar la sangre seca de su cadera y sus muslos. Pasó casi dos horas ahí, hasta sentirse un poco mejor.
Con sólo una toalla alrededor de la cadera, se dejó caer en la cama. Esta vez, no le preocupaba en lo más mínimo que el satín de las sábanas pudiera mancharse de manera permanente con la humedad de su cuerpo.
Con la mirada ausente, extendió la mano hacia el buró y extrajo de él un frasco de perfume; uno que jamás había usado, y que había comprado después de leer una entrevista en una revista de música: Egoisté. Cerrando los ojos, lo acercó a su rostro para aspirar profundamente su esencia. Sólo unos segundos después, un sollozo sacudió su pecho, para ser seguido por muchos más.

Gackt se quedó de pie en la habitación. Con gesto indolente, se limpió el rostro, mientras escuchaba un estruendo y se despedía mentalmente de los candelabros del pasillo, los cuadros, el enorme espejo de la sala, su preciada escultura con la estampa de un caballo salvaje, el juego de mesas de cristal del recibidor y otras cosas más, cuyo sonido al romperse no pudo reconocer. Un portazo anunció la partida de Tetsu, y entonces todo quedó en silencio.
Con despreocupada elegancia, volvió a tenderse en la cama. Con los golpes que Tetsu le había dado, no podría hacer acrobacias en por lo menos una semana. Entrecerró los ojos, sintiendo sus articulaciones reacomodarse como una añeja estructura de madera.
Volvió la vista a las grandes manchas de sangre sobre sus sábanas, y extendió una mano para tocarlas. Había conseguido lo que quería. Le había hecho daño, mucho daño.
Pero quizá no tanto como Tetsu le había hecho a él años atrás; quizá nunca podría lastimar tanto a alguien. Después de todo, las heridas en el cuerpo sanan después de un tiempo, pero las heridas intangibles continúan sangrando indefinidamente si no se encuentra la cura para ellas.
Aferrando la sábana con un puño tembloroso, ocultó el rostro en la suavidad de la almohada y rompió a llorar, como un animal herido de muerte.

Capítulo 2

En un principio, no le había dado la menor importancia. Pensaba que era lo más lógico después de los golpes que Tetsu le había dado, y que sus efectos sólo se extendían un poco más de lo esperado. Además, podía justificarse perfectamente frente a su equipo: no era la primera vez que el estrés, el insomnio y la mala postura le provocaban un dolor de espalda crónico. Lo que le alarmó fue ver sangre en su orina. Ver un médico había sido inevitable, y ahí estaba ahora, con media farmacia que ingerir cada día, una dieta rigurosa y el manager al borde de la histeria, reprendiéndolo como si fuera un niño.
– ¿Qué demonios fue lo que pasó? – preguntó por enésima vez ese día.
– Ya te lo dije – fue su respuesta mecánica –. Me caí.
– ¡Sí, claro! – rugió, sarcástico.
– Estaba entrenando, perdí el equilibrio y me golpeé con la mesa.
– Escuchaste lo que dijo el médico. Un riñón no se desgarra de ese modo con un empujoncito. O te liaste a golpes con un boxeador o casi te rompes la espalda con ese golpe que dices que te diste – hizo una pausa para enfatizar sus palabras –. Quiero la verdad.
– Es la verdad. Es sólo que no quería decir nada por obvias razones… no es un accidente del cual me sienta muy orgulloso.
– De acuerdo, Gackt. Vamos a aceptar esa versión, pero si vuelves a tener problemas de salud, de cualquier tipo, pasarás dos o tres meses en el hospital, con una enfermera y un psiquiatra de planta, ¿entendido?
– ¿Un psiquiatra? ¿Crees que me haría daño a mí mismo?
– Lo único que sé es que la mente de los grandes artistas no funciona como la del resto de la gente, que llevo seis años trabajando contigo y que durante todos esos seis años no te he visto tomar ni un respiro. ¿Que si creo que puedes colapsarte dentro de poco? Oh, sí, vaya que lo creo.
Gackt guardaba silencio, mirando acusadoramente la mesa de trabajo que tenía frente a él.
– También creo que podemos saltarnos una crisis como esa si me ayudas al menos un poco – continuó, esta vez con calma y un tono paternalista –. De aquí a que los médicos nos digan que tu salud no corre peligro, nos tomaremos las cosas con calma, ¿de acuerdo?
– Hai.
– Bien – con un apretón en su hombro, dio por terminada esa conversación.

Gackt regresó a su casa, donde todo lucía tan impecable como de costumbre. Un nuevo espejo colgaba de la pared de la sala, los nuevos candelabros lucían aún más barrocos que los anteriores, la mesa de la esquina había sido reemplazada por un farol de pie que sostenía una docena de velas…
Se dejó caer en un sofá doble, que también era nuevo. Al final, los de la compañía de limpieza habían admitido que no podían sacar la mancha de vino del fino tapiz beige de su juego de sala. Suspiró y cerró los ojos. Su pequeño juego con Tetsu le había costado mucho más de lo que creía. Lo económico no le importaba, pero la lesión en sus riñones realmente le preocupaba. La lesión no era en sí el problema, pues sabía que iba a recuperarse y podía soportar el dolor mejor de lo que muchas personas pensaban. Lo importante era el reajuste que el manager había hecho a la agenda y a su ritmo de trabajo; el retraso de sus discos no era iba a robarle el sueño, pero no así el tiempo libre que todo esto acarreaba.
El manager quería darle descanso. Él quería mantenerse ocupado en el trabajo para poder descansar su mente.
Lo que pasaba justo en ese momento era lo que temía: el pasado se negaba a quedarse en el olvido, a donde pertenecía.
Recordaba haber conocido a Tetsu, ya una leyenda en Japón cuando el nombre de Gackt era aún un misterio. Su mano había temblado al estrechar la suya, como si esperase sentir algo diferente en ella, ese algo que le permitía tocar el bajo como si fuera tan natural como respirar, ese algo que hechizaba a las multitudes. Al instante, había admirado su talento, su experiencia, su perfeccionismo, su impecable sentido de la estética, su personalidad alegre y juguetona, su belleza… junto a él, se había sentido terriblemente novato. Tetsu era una estrella como él y su grupo sólo pretendían llegar a ser, y sin embargo, Tetsu había sido amable con él. Le convenció de cantar un poco y después no dejó de alabar su voz.
De algún modo, y antes de que pudiera darse cuenta, se había enamorado de él; y Tetsu le correspondió.
En ocasiones, el bajista le trataba como a un niño, despeinando su cabello, regalándole caramelos, haciendo bromas acerca de su preciado amuleto de ónix y abrazándolo como si fuera un pequeño, a pesar de que le aventajaba en estatura aún cuando él estaba descalzo y Tetsu trepado en sus plataformas. Otras veces, era el paciente senpai y maestro que lo escuchaba vocalizar, practicar el piano apasionadamente, le sacaba de sus bloqueos cuando se atoraba al escribir la letra de una canción, lo animaba cuando renegaba de tener una voz demasiado grave para cantar y le ayudaba pacientemente a arreglar sus partituras. Otras más, era simplemente su amante y su amor, que lo tocaba con ternura como si en verdad encontrara atractivo su cuerpo huesudo, su rostro imperfecto y su cabello maltratado por el tinte barato; lo estrechaba con pasión y lo besaba como si su vida dependiera de ello.
Por primera vez en su vida, había encontrado a alguien que le daba todo aquello que siempre había deseado pero nunca había tenido: apoyo, comprensión, cariño… Tetsu cubría absolutamente todas sus necesidades, y poco a poco se había convertido en el centro de su vida.
Recordaba a Tetsu lanzando un alarido mientras se le acercaba por la espalda y le ponía una llave, sujetándole el cuello con un brazo y con el otro haciendo palanca en él para inmovilizarlo.
– ¿Y ahora qué hice?
– ¡Te he dicho un millón de veces que no pongas las toallas mojadas sobre la cama! Eso es satín, ¿lo sabías? La humedad lo mancha – informó con tono grave.
– No, no lo sabía – mintió. Tetsu se lo había dicho al menos una docena de veces.
Tetsu se inclinó y lo obligó a recoger la toalla y lanzarla al suelo, sin soltarlo ni un momento. Después, le mordió la oreja y lo soltó bruscamente, haciéndolo caer de espaldas sobre la cama.
– Si queda una mancha cuando se seque, te obligaré a comértela – señaló la sábana de su enorme cama.
– Claro, Tetchan.
– Y ahora me llamas Tetchan, a pesar de que soy mayor que tú. ¿Qué voy a hacer contigo? – negó con la cabeza, aguantándose la risa a duras penas.
Gackt se encogió de hombros.
– Podrías dejar de poner sábanas de satín en la cama, por ejemplo.
– ¡Y encima quieres poner reglas en mi casa! – cediendo al acceso de risa, se dejó caer sobre él, buscando su boca con sus labios y permitiendo que le despojara de la playera. Al final, Tetsu había terminado provocando aún más manchas en las sábanas con el cabello todavía húmedo de Gackt, y la única consecuencia había sido un fin de semana de compras por las más costosas tiendas de blancos.
El cantante apenas podía creer que alguien como Tetsu estuviera a su lado, y a cada momento sentía que estaba viviendo dentro de un sueño. Por una vez, se había sentido amado.
Quizá por todo esto debía haber esperado desde el principio que Tetsu eventualmente se hartaría de él, pero encontrar las pruebas innegables de que el bajista estaba viendo a alguien más había dolido más de lo que quería admitir. El lápiz labial demasiado rosa para que ninguno de ellos lo usara, el perfume dulce que impregnaba su ropa y su cuerpo cuando regresaba más tarde de lo normal, cansado y sin ganas de probar ni un bocado de la cena preparada especialmente para él. Lo peor era cuando se acercaba a él por la noche y Tetsu, bien satisfecho de sexo, sólo le pasaba un brazo alrededor de la cintura, cerraba los ojos y esbozaba una dulce sonrisa, motivada por sus alegres momentos junto a Mochida Kaori. Mientras, él yacía inmóvil a su lado, deseando que Tetsu lo besara con ternura mientras le deseaba dulces sueños, que le pusiera la suficiente atención para darse cuenta de que se veía pálido y más delgado, que estuviera en casa el tiempo suficiente para notar que el refrigerador llevaba vacío casi una semana; que, si no iba a devolver sus besos o hacerle el amor, al menos tuviera la atención de ducharse para no torturarlo con el aroma del dulce perfume femenino que le quemaba los pulmones; que al menos una noche no estuviera tan distraído y reparara en las silenciosas lágrimas que empapaban la segunda almohada en su cama.
Se había sentido apuñalar el alma por la persona que más amaba, y sin embargo no había sido capaz de ponerle remedio a la tortura.
Finalmente, Tetsu le había dicho que no lo quería, que amaba a Kaori y que le daba tres días para sacar sus cosas del apartamento. Había pensado mandar todo al diablo y largarse sólo con su cartera, su móvil y la vieja guitarra acústica que le había acompañado desde el principio; pero la imagen de Kaori usando su joyería o lanzándose en brazos de Tetsu con una de sus playeras haciendo las veces de pijama era más de lo que podía soportar. Así, había acabado por recoger en un solo día hasta el último hilo de su propiedad. En el apartamento habían quedado sólo las fotografías que habían tomado juntos, reducidas a pequeños pedazos entre sus dedos antes de marcharse.
Mana, siempre frío y con el control sobre todo, había llegado a abofetearlo por su falta de entusiasmo. Kami había saltado en su defensa. Después de eso, las cosas se habían derrumbado demasiado a prisa.
La muerte de Kami le había dejado completamente solo en un mundo que no le ofrecía nada, y únicamente el dolor, el rencor y el deseo de venganza lo habían mantenido con vida.
Desde entonces, lloraba siempre a solas y en silencio, con la amargura consumiendo poco a poco su corazón pero sin llegar a matarlo nunca. La auto tortura se había vuelto su modo de vida. Quizá por eso había permitido que aquella americana sin oficio ni beneficio viviera a sus expensas por todo el tiempo que pudo soportar su carácter depresivo, hasta hartarse y poner fin al matrimonio más efímero que se había registrado jamás. A veces incluso se preguntaba si había pasado en realidad, y entonces recordaba el duro golpe que el divorcio había significado para su economía. Eso sí que había sido real.
Después había estado Masa, cuyo temperamento parecía remitir junto a él. El guitarrista había dedicado sus días a intentar hacerlo feliz, entregándose a él por completo. Pero ya entonces Gackt había perdido su capacidad de amar, y había terminado por lastimar a Masa en más de un sentido.
Se había convertido en un extraño incluso para You, que había estado a su lado por tanto tiempo ya que incluso se había olvidado de cómo se habían hecho amigos. Aún compartían la pasión por la música, la emoción del escenario y las bromas en el backstage; pero, igual que con el resto de sus amigos y conocidos, había terminado por dejar que una grieta profunda como un abismo se abriera entre ellos. Quizá aquello era a lo que se referían cuando hablaban de una muerte en vida.
Le sobresaltó su propio sollozo. Se incorporó en el sillón y se secó el rostro con ambas manos. Era exactamente esto lo que temía. Fuera, el sol empezaba a ponerse. Había pasado la mitad del día repasando sus lamentables recuerdos. Dejó escapar un resoplido mitad risa. ¿Cuántas personas lo envidiaban? El sólo pensar en ello lo hacía sentir mal.
Con paso cansino, caminó hasta su habitación. Deseaba tirarse en la cama y dormir. Incluso si tenía una pesadilla, se sentiría más en paz que atormentado por su pasado.
El sol se puso, fue reemplazado por la luna y de nuevo se alzó en el cielo. Mientras, Gackt miraba el techo de su alcoba, incapaz de conciliar el sueño. En más de una ocasión pensó en levantarse de la cama e ir a tomar un par de píldoras para dormir; pero entonces seguramente habría acabado por ingerirlas una tras otra hasta vaciar el frasco. Podía imaginarse los encabezados de la prensa sensacionalista mundial, las declaraciones de sus músicos que no entenderían en absoluto la razón, la culpabilidad que el manager echaría sobre sus hombros, las hordas de fans llorando su nombre, los esporádicos suicidios… Ni siquiera esto le preocupaba en realidad, no era como si el mundo tuviera algo qué ofrecer a los que moraba en él. Lo único que le detenía era lo mismo que le había detenido antes de que pudiera terminar el corte en su muñeca izquierda aquella vez: el imaginarlo a él, moviendo negativamente la cabeza con una media sonrisa, diciendo a los medios lo mucho que lamentaba la pérdida de un talento musical tan grande y, sobre todo, de una vida joven. Pero en realidad, estaría riendo sin humor por dentro, pensando en lo patético y débil que había sido durante toda su vida.
Sintiéndose peor que de costumbre, se levantó y se vistió. Ese día haría la grabación final de un nuevo single que se estrenaría un mes después. Su estado de ánimo no podría haber sido peor. Tenía que agradecer a su bienintencionado manager. Quizá debía sugerirle que le pusiera en el hospital ahora mismo; así, en esa antiséptica calma, podría experimentar un verdadero colapso nervioso de una buena vez.

A las seis de la tarde, estaba convencido de que alguna fuerza superior se divertía a costa suya, haciendo de su vida una cruel ironía. Con los sentidos atormentados, el corazón dolorido y la paciencia a su mínimo, había logrado una grabación que destilaba sus sentimientos con una claridad sobrecogedora. Ju-Ken incluso había sugerido que la canción podría inducir a sus fans al suicidio sin necesidad de mensajes ocultos. El comentario había arrancado carcajadas de todas las gargantas, pero a él no le había hecho mucha gracia.

Tetsu miró su reloj con impaciencia. Su contacto le había asegurado que Gackt estaba ese día en los estudios, pero ya llevaba buen rato ahí y la actividad en Nippon Crown comenzaba a declinar. Sabía que el joven cantante no saldría del edificio por la entrada principal, así que se había apostado en un punto estratégico del primer piso, en mitad de la tienda de música, desde donde podía ver perfectamente los ascensores.
Poco después de las siete y media, su paciencia se vio recompensada. Aún con la ropa común de un día de práctica y los anteojos oscuros más grandes de lo usual cubriendo su rostro, resultaba inconfundible. Sintió su mirada clavarse en sus ojos a través de los cristales ahumados de sus gafas, y se permitió una media sonrisa de reconocimiento.
Murmuró una rápida disculpa a sus dos guardaespaldas y caminó hacia el bajista con grandes zancadas. Había esperado que su pequeño encuentro tres semanas y media antes sería la última vez que lo vería en persona.
– ¿Qué estás haciendo aquí? – preguntó con una sonrisa enmascarando sus verdaderas emociones.
– Compro discos, ¿no es obvio?
– Claro.
– Aunque uno pudiera dudarlo, Nippon Crown aloja a algunos artistas que valen la pena. Debería volverse una agencia exclusiva para voces femeninas; son lo único rescatable que tiene.
– ¿Qué buscas aquí?
Tetsu esbozó una amplia sonrisa. Casi podría haber reído.
Las personas que observaban la escena, incluyendo a los guardaespaldas de Gackt, sólo vieron a Tetsu apoyar su mano afectuosamente en la nuca del alto cantante, en un gesto inofensivo que casi parecía un abrazo.
Sólo Gackt sintió los dedos del bajista enredarse en los cabellos de su nuca, tirando con fuerza suficiente para arrancar algunos. A pesar del dolor, su expresión no varió ni un ápice.
– Te veo en mi apartamento, el próximo viernes, a las nueve de la noche.
– ¿Acaso no te dejé satisfecho en nuestra última reunión?
Tetsu puso un poco más de fuerza en la mano que jalaba su cabello.
– Las cosas no van a quedarse así entre nosotros, pequeño bastardo.
– Sou ka.
– Ja – lo soltó y se dio la media vuelta, dirigiéndose a la puerta. Discretamente, sacudió de sus dedos el puñado de cabellos que le había arrancado.
Gackt regresó junto a su escolta, sintiendo un muy complejo nudo en las entrañas. Aparentemente, ese día no sería mejor que el anterior para él.

El líder de L’Arc~en~Ciel abrió la puerta sin preguntar de quién se trataba. Por un instante, admiró el aspecto impecable de su invitado, antes de reprimir sus pensamientos y endurecer su mirada.
– Sabía que vendrías – dijo por todo recibimiento –. ¿Cómo conseguiste mi dirección? ¿Te costó mucho trabajo?
Sabía que la falta de ese dato había sido enteramente intencional. Tetsu buscaba fastidiarlo obligándolo a investigar su domicilio, siempre cambiante.
– Tengo mis contactos.
– Sí. En estos tiempos, cualquiera puede conseguir información a cambio de un pequeño favor, ¿no es así?
– ¿Lo dices por experiencia?
– Ya superé esa etapa. Ahora soy yo quien tiene la información.
– No lo dudo. Supongo que pasa a todos los veteranos.
Iba a replicarle algo más, pero decidió que aún era muy temprano.
– Como sea. Entra.
No esperó a que Tetsu le indicara el camino. Siguió sus instintos para llegar a la sala de estar. Iba a ocupar un sillón, pero se quedó de pie frente a una estantería, odiándose por no poder desprender la vista de la fotografía de Kaori. Hacía años que ella y Tetsu habían terminado. Esa fotografía sólo tenía el objeto de fastidiarle.
– ¿Celos? – preguntó una voz a su espalda.
– ¿De ti? No lo creo – saliendo de su trance, avanzó hasta un asiento.
– La mirabas con tal intensidad… fue casi… inspirador.
– Sólo pensaba lo feliz que me hace que tu relación con ella haya resultado tan bien. Fue un casi matrimonio casi perfecto.
– Sí. Tan estable y duradero como tu relación con Masa.
– Cuerdas van y vienen. Las voces prevalecen.
– Sucede cuando no eres un buen líder. El resto del tiempo, tu equipo queda bien consolidado.
Gackt decidió concederle esa batalla.
Sin preguntar, sirvió sake en dos vasos grandes. Para el propósito particular de Tetsu, las tradicionales copas de porcelana serían un estorbo.
Gackt tomó el vaso que se le tendía y bebió de golpe la mitad, sin ceremonia alguna.
– ¿No piensas hacer algo con tu grupo este año?
– Estoy ayudando a otra banda. Al menos hasta que puedan tener sus propios fans.
– ¿O hasta que Haido chan termine su exitoso trabajo en solitario?
– L’Arc~en~Ciel regresa al escenario en el momento que yo lo decida.
– Si tus músicos tiene que esperar a que tú decidas moverte, eso explica por qué han tenido que buscarse proyectos que den más estabilidad a sus carreras.
– Sigues defendiéndote como un crío.
– Prefiero ser un crío que un fósil viviente aferrándose a la actualidad a fuerza de despertar chismes rosas, vestir ropa cara e intentar asociarse con talento fresco.
– Gackt, Gackt – dijo con tono indulgente mientras volvía a llenarle el vaso hasta el tope –. Pensé que era broma cuando decían que te habías convertido por completo en un producto de marketing. Todo te parece una amenaza.
Bebiendo el licor transparente, se repitió que quería conservar la calma. Al menos por un rato más.
– Intenta controlar tu paranoia. Los animales pequeños se ponen en guardia en cuanto perciben la cercanía de un depredador más fuerte, y todos pueden darse cuenta. No querrás que eso te pase a ti, ¿verdad?
– No vivo de la opinión ajena.
– Pero sí de las ventas, que hasta ahora los medios han sido lo bastante gentiles de favorecer.
– Quizá debemos a la prensa más de lo que queremos creer.
– Quizá.
Pasaron un largo rato en silencio, hasta que Tetsu volvió a hablar.
– ¿Qué parte de la basura que se imprime acerca de ti es cierta?
– Cree la parte que te parezca buena – sintió una mano acariciar su pierna. Siempre le había agradado la forma en que las prendas de piel le permitían una sensibilidad casi exacta, pero ahora no estaba muy seguro de querer sentir la mano de Tetsu subiendo por su muslo como si tocara su piel desnuda.
Por un momento, la incertidumbre devolvió a su rostro el aspecto juvenil de años atrás, y por ese momento, Tetsu deseó tocarlo como antes, abrazarlo como si pudiera romperlo entre sus brazos, besarlo suave e intermitentemente para mirarlo en cada pausa. Pero muchas cosas habían pasado entre ellos, y las palabras de Gackt se lo recordaron.
– ¿Qué tal está tu culo?
– ¿Tú qué crees?
Antes de que el cantante pudiera reaccionar, Tetsu se le había lanzado encima, con una pierna bloqueando las suyas mientras la otra golpeaba su entrepierna. La melena de Gackt hacía más fácil sujetarlo por el cabello, y de este modo aplastarlo contra el sillón. Lo besó con brusquedad, mordiéndole el labio inferior hasta percibir el sabor de la sangre; luego, lamió su mandíbula hasta la oreja.
– ¿No quieres un recordatorio de cómo era antes? – hundió más la rodilla entre sus piernas, mientras capturaba una arracada entre sus dientes, amenazando con arrancarla.
La imagen de Tetsu penetrándolo con fuerza mientras susurraba promesas a su oído fue como el restallar de un látigo en su mente. De un empujón, lo hizo caer de espaldas, golpeándose la cabeza y los hombros con la mesa de centro. Los vasos y la botella casi vacía cayeron al suelo, dejando ahí una mezcla de cristales rotos y sake.
– Creo que no, senpai – siseó colocándose sobre él.
– ¿Por qué no? Solía gustarte mucho.
Gackt empezó a arrancarle la ropa. Tetsu forcejeaba, pero no con muchos resultados.
– Deberían fotografiarte desde este ángulo. Luces mejor – comentó con los dientes apretados mientras acariciaba rudamente su rostro. Vio su zurda atrapada entre los dientes de Tetsu, y descargó su puño derecho contra su rostro tres veces, hasta que lo soltó.
Tetsu rió, escupiendo hacia un lado una mezcla de sangre y saliva, mientras Gackt le bajaba los pantalones hasta la rodilla, pasando después sus piernas abiertas por sus hombros y hasta su cintura, de modo que los propios jeans inmovilizaban a Tetsu en aquella posición.
– Parece que no te gusta mi propuesta.
Gackt terminaba de desabrochar sus pantalones de piel, con las uñas de Tetsu clavándose en sus brazos.
– Me pedías que te lo hiciera gimiendo como una perra en celo, ¿no lo recuerdas?
Sin dejar de sostenerle la mirada, Gackt lo penetró de una sola vez, arrancándole un gruñido.
– Sí. Sonaba más o menos así.
Humillado, Tetsu tomó puñados de su pelo y lo atrajo hacia sí. Gackt se reclinó sobre él y, sin dejar de moverse rítmicamente, empezó a lamer y mordisquear su torso, dejándole marcas. El bajista liberó el cabello del cantante y descargó con toda su fuerza sus puños contra la parte baja de su espalda.
Con una sonora queja, Gackt volvió más fuertes sus penetraciones, sus mordiscos más crueles, y lastimó su piel con las manos.
Tetsu sintió la todavía delicada piel de su ano volver a abrirse, y su propia sangre aliviar un poco el roce en una cruel ironía. Con las lágrimas a punto de desbordarse de sus ojos, extendió una mano y tomó un puñado de húmedos vidrios, para herir con ellos la espalda de Gackt por debajo de la camisa negra.
El doloroso bramido del cantante se mezcló con el grito de placer y dolor de Tetsu mientras terminaba, vaciando una generosa cantidad de semen contra los duros abdominales de Gackt.
Con sólo dos penetraciones más, sintió el orgasmo sacudir su cuerpo, robándole la conciencia mientras se desplomaba sobre el cuerpo de Tetsu. Por un momento en que el placer eclipsó al dolor, volvió a sentirse feliz; al siguiente, se libraba del bajista como si no fuera un ser vivo.
Tetsu disfrutó del instante de serenidad. Luego, permaneció inmóvil mientras Gackt salía de entre sus piernas sin mirarlo y tocándolo con asco. Lo observó tomar su blanca camisa y con ella limpiarse el sudor del rostro y el cuello, la sangre en la parte trasera de su cintura y la rosácea mezcla de sangre y semen que manchaba su abdomen y su cadera, para finalmente arrojarla al suelo. Acomodó su ropa y se marchó, no sin antes estrellar un pequeño jarrón contra uno de sus cuadros.
Cerró los ojos. En el aire flotaba aún su aroma, su cuerpo aún estaba húmedo con su sudor, su semen y su saliva; en su mano, su sangre se mezclaba con la suya.

Gackt había huido de la escena tan pronto como había podido. Con los nervios destrozados, llegó a su casa y abrió el frasco de somníferos. Se tragó dos y tiró el resto por el desagüe antes de cometer una locura. Temblando violentamente, se tiró en la cama y se arrancó la ropa. Mientras el medicamento hacía efecto, le pareció estar llorando lágrimas de sangre, su pecho sacudido por sollozos que le ahogaban.

Capítulo 3

Tuvieron que pasar horas antes de que Tetsu por fin se decidiera a levantarse. Acabó de desvestirse y fue directamente a la ducha. Una vez sintiéndose limpio, llenó la bañera con agua caliente y se quedó en ella hasta perder la noción del tiempo.
A la mañana siguiente, aún estaba despierto. Llamó al líder de la banda a quienes acompañaba y le reportó que se sentía mal, así que no atendería la práctica. El día siguiente era el glorioso domingo,  día de descanso para todo hombre civilizado, así que todo estaba perfecto.
La estancia continuaba hecha un desastre, por lo que se negaba a abandonar la habitación para encontrarse con un tiradero que limpiar. Mejor continuó tirado en la cama, observando la modernista lámpara que pendía de su techo y pensando en los sucesos de la noche anterior.
En medio del amargo sabor de boca que le había dejado, casi podía percibir un leve pero innegable dejo de dulzura. Era una sensación sobrecogedoramente parecida a la que le había marcado poco más de nueve años atrás.
Con un escalofrío provocando que se le erizara la piel, extendió la mano para tomar un bloque de hojas del buró. Agradecía la habilidad de convertir el dolor en música; por lo general, en música tan alegre y llena de esperanza que nadie podría descifrar los sentimientos que le habían dado origen.
Tras pasar toda la tarde vaciando su frustración al papel en la hermosa forma de tres buenas canciones, Tetsu al fin se decidió a dejar la habitación. Fue directamente a la cocina, siguió las complejas instrucciones de preparación de un vaso de ramen instantáneo y lo devoró sin preocuparse demasiado por el dolor que provocaba en su paladar el caldo artificial casi hirviendo. Una vez que su estómago ya no amenazaba con mantenerlo despierto con el estruendo de sus gruñidos, volvió a la habitación, tiró al piso todas las hojas arrancadas al bloque llenas con esbozos de canción que jamás llegarían a completarse y guardó las tres letras terminadas junto al bloque y la estilográfica. Luego, se tiró en la cama y cerró los ojos. Ni siquiera un incendio hubiese podido perturbar su sueño.
El domingo lo dedicó a devolver a su casa el aspecto de pulcritud que le caracterizaba, con la música moderna que le gustaba llenando el silencio y una calma que no era serenidad en absoluto. Era la calma que reina en una ciudad devastada por un ciclón cuando todos sus habitantes han dejado de contarse entre los vivos.
Quizá lo más acertado sería decir que el dolor seguía ahí, clavado como una espina en su pecho, pero sus efectos eran poco menos que evidentes.
Esa noche, los sueños lo hicieron revolverse en la cama incesantemente, con el cuerpo bañado en sudor frío y el rostro en lágrimas. Sin embargo, los vestigios del sueño se esfumaron hacia las profundidades de su subconsciente al mismo tiempo que el sol llenaba el cielo con su luz.
Volviendo a ser el mismo de siempre, se preparó para un día de práctica en el estudio.
Tetsu estaba acostumbrado a ser el líder, a tomar decisiones y señalar lo que debía hacerse, y aunque el líder de Creature Creature pedía la opinión de todos los miembros de su banda a cada momento, sentía que no estaba haciendo mucho en aquel lugar. Quizá a esto se debió que su mente empezara a divagar, mientras sus dedos seguían los acordes del bajo de manera inconsciente, igual que sus pulmones respiraban.
El guitarrista vio una sonrisa aparecer en su rostro y no pudo evitar una mueca, atribuyendo el gesto a los resultados que estaban obteniendo. Aunque todos eran músicos con larga experiencia, todos parecían hacer música en su propio mundo particular, y coordinarse les estaba costando trabajo. Al experto y muy adaptable Tetsu debía parecerle que estaba trabajando con un montón de preescolares sobreestimados.
Por supuesto, estaba equivocado.
La mente de Tetsu se hallaba muy lejos de aquel estudio y los acordes que sus compañeros arrancaban a sus instrumentos. Se había transportado a un momento que se había convertido en historia muchos años atrás. ¿Realmente había pasado tanto tiempo? Parecía difícil aceptarlo.
Se encontraba en una fiesta en una casa televisora. Igual que siempre, el motivo oficial era un aniversario, el jubileo de alguna luminaria o un pretexto similar; pero, como era de todos bien sabido, tales eventos tenían la única intención de que los agentes pudieran hacer propuestas a los artistas en un ambiente menos hostil, que los inversionistas dieran a conocer sus planes mediante inofensivos comentarios casuales, que los artistas pudieran hacer de embajadores para supuestamente limar asperezas entre las disqueras y, por supuesto, que las más nuevas adiciones de la industria pudieran relacionarse y hacerse ver acompañados de grandes nombres.
En ese entonces, Tetsu veía a su grupo consolidado a pesar de los contratiempos, y aunque su fama era ya grande en Japón, aún se consideraba a la mitad del camino. Su ambición no le dejaría descansar hasta que L’Arc~en~Ciel fuera una leyenda en todo el globo.
Por un momento, se encontró solo, tras dejar a Hyde y un grupo de conocidos envueltos en una charla superficial para ir a conseguirse una bebida. Ya llevaba varias horas con una sonrisa congelada en el rostro, y empezaba a temer que sus músculos faciales sufrieran algún tipo de atrofia permanente. Gozando de la soledad y el frío del vaso en su mano, se recostó contra una columna.
Entonces, un buen samaritano llevó a su lado al vocalista de una banda que no era nueva, pero que a penas comenzaba a arrastrarse fuera de la sombra del anonimato. Seguramente el hombre, productor de un programa de música de cuarta categoría, sólo buscaba anotar algunos puntos a favor de su reputación pretendiendo conocerlo, cuando a penas lo había visto un par de veces. Respondió al saludo con una falsa sonrisa y fingió interés en el joven cantante. De pronto, se sintió magnánimo e incluso pretendió haber escuchado hablar de él antes, aunque su sonrisa se debía más al nombre que el joven había elegido para sí mismo que al reconocimiento. Gackt M. S. Camui. Incluso se presentaba con su nombre en formato occidental. ¿De verdad pretendía que alguien se lo tragara? Su origen puramente japonés no podía haber sido más obvio, por mucho que disfrazara el oscuro castaño de sus ojos con lentes de contacto azules.
A pesar de su estatura impresionante acentuada por las altas botas, su imagen bien cuidada y el control que tenía sobre todos gestos, la inseguridad se destilaba por cada uno de sus poros.
En un principio, había decidido divertirse un rato con él, pero al cabo de una hora, se encontró francamente cautivado por el joven. Terminó acordando una reunión con él al fin de semana siguiente.
Ken y Hyde habían insistido mucho en arrastrarlo con ellos a algún antro de alta categoría a buscar compañía, pero él había declinado la oferta. Por supuesto, se había fabricado una excusa creíble, pues no pensaba admitir ante sus amigos que había quedado con Gackt.
Su segunda impresión fue incluso mejor que la primera. A lo largo de la tarde y con la ayuda de algunas copas, las tensiones entre ellos acabaron por disiparse y se encontraron hablando libremente de sus experiencias, sus expectativas y sus temores. Tetsu lo encontró demasiado interesante para alguien casi seis años menor que él, y se sorprendió al escuchar las cosas que le habían hecho madurar prematura y dolorosamente. Y sin embargo, Gackt seguía siendo un muchacho. Su lado juguetón e infantil surgía de modo espontáneo en el momento menos esperado, y Tetsu no pudo evitar sentirse identificado.
Al final, el tiempo que pasaran juntos no parecía ser suficiente, así que habían concertado una cita más. Gackt se despedía de él con ese modo de hablar extremadamente formal que le asaltaba de repente, y Tetsu no tuvo tiempo de detenerse a meditar las cosas.
Poniéndose en pie, lo había estrechado contra su cuerpo y sellado sus labios en un beso. El resultado había sido mejor que el esperado; el vocalista se separó de él, ocultando una sonrisa y bajando al suelo la mirada.
– Nos veremos después, entonces – había dicho antes de marcharse con paso apretado.
Le pareció divertido, adorable y ciertamente muy atractivo. Así que tan sólo en su tercera cita, lo había llevado a su apartamento con el pretexto de invitarle una copa. Había envuelto sus brazos en su torso, obligado a pararse de puntillas para besarle el cuello y los hombros.
Aunque era impensable que Gackt fuera virgen considerando los ambientes en que se había movido, aquella era su primera vez con un hombre, así que Tetsu decidió ir paso por paso. Se quitó la camisa y se sentó en el borde de la cama, esperando que él se acercara cuando se sintiera listo para hacerlo. Cuando al fin avanzó hasta él, dejando caer la playera al suelo, Tetsu acarició su delgado torso antes de tirarle de un brazo para tenderlo boca arriba en la cama. Lo besó suavemente en la boca mientras terminaba de desvestirlo, sintiéndolo temblar bajo su contacto. Había soportado la tortura de obligarse a ir lentamente hasta arrastrarlo consigo al éxtasis absoluto.
Probablemente, Tetsu sería incapaz de olvidar la sensación en toda su vida.
Durante meses, habían estado viéndose al menos una vez a la semana, hasta llegar el momento en que la agenda de Gackt estaba tan llena como la suya. El miedo a perderlo se apoderó de él, y entonces tuvo que sugerir que vivieran juntos para al menos compartir la cama por las noches.
Por un tiempo, había funcionado bien. Aún cuando estaban terriblemente ocupados por muchos días seguidos, a ambos les bastaba verse unos breves minutos al día para continuar con sus vidas.
Hyde le dejaba en paz, pero Ken le presionaba a seguir con su ritmo de vida de soltero. A medida que las frases más inocentes no conseguían persuadirle, Ken empezó a mofarse de que la edad lo estaba alcanzando e incluso llegó al extremo de preguntar abiertamente si su bien conocida bisexualidad no había terminado por inclinarse completamente hacia los hombres. Hyde se encargó de convertir el asunto en una broma, por el bien de todos; pero a cambio sugirió que tal vez Tetsu no estaba de humor para estar llevando a su cama a alguien diferente cada tres días.
Quizá fueron las palabras de Hyde, más que las de Ken, las que le convencieron de mantener su relación con el vocal de Malice Mizer en el más absoluto secreto, y que a la vez encendieron una alarma en su interior.
Siempre había planeado estabilizar su vida cuando su banda se hubiese consolidado como parte imprescindible de la música japonesa y hubiera encontrado a alguien con quién compartir su vida. Lo primero estaba logrado; pero no estaba muy seguro de querer terminar el proceso.
¿Se había enamorado definitivamente de Gackt? Todo su ser se había resistido a la idea. Tal vez por eso había accedido a asistir con Ken a aquella fiesta haciéndose acompañar por la vocalista de Every Little Thing. Joven, hermosa, tierna, agradable… y sin embargo, había regresado a casa a estrechar con fuerza a Gackt en sus brazos después de acostarse con ella.
A partir de entonces, las cosas parecían haberse dado de forma natural. Kaori lo buscaba a toda hora, haciendo difícil que se resistiera a ella cuando Gackt a penas levantaba la vista de sus partituras para murmurar una bienvenida a su regreso a casa. Por mucho tiempo, había deseado que Gackt no estuviera tan concentrado en la macabra música de Mana y en conservar su extravagante imagen para que pudiera notar sus silencios o la tardía hora a la que regresaba, o que insistiera como antes para obligarlo a comer lo que preparaba. Si había seguido viendo a Kaori, había sido por provocar sus celos; dejando a su vista las camisas con el cuello manchado de lápiz labial rosa chicle, permitiendo que la joven le imprimiera marcas en el torso y le dejara impregnado de su dulce perfume imposible de ignorar. Y sin embargo, Gackt yacía inmóvil a su lado por las noches, demasiado cansado o demasiado absorbido por su propio mundo para percatarse de ninguna de las muy evidentes señales que él mismo le arrojaba a la cara.
Con el tiempo, la compañía que antes le llenara de alegría había terminado por causarle dolor y desesperación, que Kaori se esforzaba por aliviar con su risa fácil y sus miradas cargadas de cariño.
Realmente tenía la esperanza de que todo cambiara cuando le soltó en la cara lo de su relación “oculta” con Kaori y le pidió casi a gritos que se largara de su apartamento. Había esperado lágrimas, que se echara en sus brazos diciéndole que todo estaría bien entre ellos, que le rogara una segunda oportunidad; pero sólo había recibido su fría aceptación, con un par de palabras murmuradas entre dientes y la mirada clavada en el piso, demasiado cansado para mostrar las emociones de las que se había enamorado.
Sin que se apercibiera de ello, Gackt había terminado de crecer, convirtiéndose en un cantante adulto, profesional y autosuficiente. El cambio le habría maravillado, de no ser porque también con ese cambio había dejado de amarlo.
Sintiendo el corazón destrozado, se había refugiado en la compañía de su joven amante, y en un intento por demostrarle que no había conseguido herirlo y conservar su orgullo intacto, se había entregado por entero a una relación que desde el principio no había tenido futuro.
Muy en su fuero interno, sabía que no podría volver a amar nunca, pero había hecho tan buen trabajo fingiendo que a Kaori le había tomado cuatro años descubrirlo. Tenía que haber imaginado que ella se daría cuenta al estudiar la letra de sus canciones, pues siempre vaciaba su corazón en sus líneas. Incluso en medio de la alegría aparente de su música, era evidente que todas esas emociones no habían sido inspiradas por ella. En el papel, no podía seguir fingiendo. Kaori lo comprendió de inmediato y se apresuró a anular el compromiso que antes la entusiasmara tanto.
A partir de entonces, como si fuera una maldición, no había podido conservar una relación por más de dos semanas.
Había perdido algo que no conseguía identificar. Quizá Gackt se lo había llevado con él al partir, o lo había convertido en pedazos igual que las fotografías que habían tomado juntos.
La práctica terminó y Tetsu no podía recordar haber tocado una sola nota, aunque sus compañeros se mostraban maravillados con su trabajo. Fue con ellos a un restaurante cercano, aunque después tampoco podría haber dicho de qué habían conversado. Sólo podía pensar en una cosa.

Gackt casi dio un salto de sorpresa al poner un pie en su piso. Con el iPod inyectando música en sus oídos, Tetsu le esperaba apoyado en la pared. Con el rostro impasible, avanzó hacia él.
– ¿Qué haces aquí?
– También me da gusto verte. ¿Cómo está tu espalda?
– Mejor que tu culo, eso te lo aseguro.
Tetsu sonrió. Había estado esperando verlo por las últimas tres semanas, pero había tenido que esperar hasta que sus heridas sanaran por completo. Ahora que lo tenía frente a sí, quería abrazarlo y comérselo a besos; o golpearlo hasta dejarlo irreconocible y después estrangularlo con una de las cuerdas de su preciado piano Daniels.
El alto JRocker abrió la puerta con movimientos exasperados, aunque su rostro no reflejaba la rapidez de su pulso.
– Entra – dijo más en una orden que en una invitación.
– ¿Tanto me extrañaste?
Inesperadamente, Gackt lo sujetó con fuerza de la ropa, zarandeándolo como a un trapo para meterlo en el apartamento. La puerta se cerró con un golpe y las llaves fueron a dar al piso, igual que el bajista.
– Eres muy original como anfitrión – ironizó mientras se ponía en pie.
– Yo simplemente soy yo. Y, sólo para que lo sepas, acostumbro a ser muy amable con mis invitados – remarcó la última palabra, dándole a entender que no era bien recibido.
– No lo dudo.
Gackt negó con la cabeza, como sopesando algo de gran dificultad.
– Búscate un lugar mientras voy por algo de beber.
Tetsu le miró la espalda mientras se dirigía a la cocina; luego fue a la estancia, donde apreció algunos cambios, empezando por el juego de sala que él había manchado de vino.
Sobre una estantería reposaban algunos de los premios que Gackt había recibido a lo largo de su carrera como solista, como pequeños monumentos a su ego. Tomó uno de ellos en su mano: una figura modernista de cristal translúcido que recordaba a un prisma irregular. Él guardaba muy pocos reconocimientos de ese tipo, pues aunque eran logro de cuatro, era por lo general Hyde quien los recibía y los conservaba. Sonrió sin alegría al imaginar cómo se sentiría estrellar ése en particular contra la sien de su orgulloso poseedor.
– ¿Envidia?
Le costó toda su fuerza de voluntad ocultar su sobresalto. Lentamente, lo devolvió a su lugar.
– ¿Por qué habría yo de envidiarte?
Gackt se alzó de hombros mientras le tendía una copa.
– ¿Porque soy mejor que tu vocalista, tal vez?
– No eres mejor que Hyde. Nunca serás mejor que Hyde. Tu talento no se le aproxima ni a un kilómetro, aunque hayas aprendido a cantar un poco. Celebro tus avances, por cierto – dijo con sarcasmo vaciando la copa de un solo trago.
– Gracias. Si gustas, puedo presentarte a mi maestro. Quizá pueda lograr un milagro contigo.  Si es que consigues que algún inversionista incauto se deje embaucar por tus proyectos de quinta categoría como solista, claro está.
– Suite November se agotó en todas las tiendas y lo sabes.
– Sí. Cualquier disco con tiraje de cien copias puede agotarse.
– Debes ser un experto en eso.
Gackt se limitó a beber de su copa. La discusión se estaba convirtiendo en un pleito de niños y sabía que de continuar así, pronto el control se le habría escapado de las manos.
Tetsu se sintió un poco ridículo con ese intercambio de palabras, así que decidió hacer una pausa para enfriar un poco su mente.
– ¿Dónde está el baño? – preguntó como si se encontrase en un bar y no en una casa particular.
– La primera puerta a mano izquierda en el pasillo.
Sin decir nada, Tetsu dejó la copa en la repisa, junto a los premios, y salió de la estancia. Mirándolo con reproche, Gackt recogió la copa, limpió con la yema de su índice la gota de humedad que había quedado en la repisa y fue a sentarse en un sillón, dejando las copas y la botella de vino sobre la mesa. Cerrando los ojos un instante, se masajeó la sien con los dedos, sin saber muy bien qué era lo que debía hacer cuando el bajista regresara.
En el baño, Tetsu lavaba sus manos distraídamente. Se sorprendió al notar que su reflejo lo miraba de vuelta con los labios apretados y un ceño fruncido. Se frotó el entrecejo con dos dedos y respiró hondo, obligándose a relajarse apoyando las manos en los bordes del lavabo.
Siguiendo un repentino impulso, abrió la puertecita del gabinete. Entre los usuales contenidos de un botiquín, observó los frascos de píldoras para dormir, distintos medicamentos para tratar los nervios, entre otros. Tomó uno de los frascos en su mano, con una sonrisa de mórbida fascinación apareciendo en su rostro al pensar que Gackt, con su imagen de pulida perfección, tenía un lado débil. Devolvió el medicamento a su lugar, y estaba a punto de cerrar la puerta del gabinete cuando una etiqueta llamó su atención. Tomó el otro frasco, y su sardónica sonrisa se hizo aún más amplia, al tiempo que una risita parecida a una exhalación escapaba de sus labios. No era necesario ser farmacéutico para saber qué era. Sintió su corazón acelerarse un poco. El daño en los riñones de Gackt debía ser muy severo si estaba tomando un analgésico tan fuerte como para considerarse un medicamento de uso controlado.
Le tomó poco tiempo decidirse a vaciar el contenido del frasco en el inodoro. Por supuesto que Gackt podía costearse una remesa de la medicina, pero la sola idea de hacerlo pasar una noche de dolor o al menos un rato desagradable, hacía que valiera la pena tomarse esa molestia. Sobre todo, tendría la satisfacción morbosa de que el cantante sabría bien quién era el responsable. Con algo de suerte, Gackt captaría también que no por casualidad todos los golpes de Tetsu se dirigían al mismo punto en su espalda baja.
Devolviendo el frasco vacío al gabinete, regresó a la estancia, dejando la luz encendida en el baño.
Gackt lo encañonó con la mirada mientras tomaba asiento a su lado, pero lo más alejadamente que le permitían las dimensiones del sillón. Estudió cada uno de sus movimientos al recoger la copa de la mesa; estaba decidido a no permitir que Tetsu le sacara de sus casillas tan fácilmente.
– Me gusta tu juego de sala – el cantante estuvo a punto de responder al cumplido, casi por reflejo, pero se contuvo, sabiendo que el comentario debía tener una doble intención. Tetsu no lo decepcionó –. Va de maravilla con tu espejo.
– Lo sé – se limitó a responder
– ¿Sigues creyendo que llenar tu casa de objetos importados te convertirá en europeo?
– No. Pero no me molesta que las cosas viajen desde el más recóndito rincón del planeta para satisfacer cualquiera de mis antojos.
– ¿Como estas copas? – dijo estudiando la que tenía en la mano –. ¿De dónde es? ¿De Francia?
– Austria.
– Ya veo – la giró en su mano, observando los juegos de la iluminación en el cristal, cortado y pulido con maestría para reflejar la luz casi como un diamante. Simplemente, abrió los dedos y miró cómo la fina pieza se hacía añicos en el suelo.
Una copa, por muy costosa que ésta fuera, no era nada en comparación con todo lo que el bajista había roto la última vez; sin embargo, el gesto lo enfureció. Le descargó el puño en la cara, haciéndolo caer al suelo.
Tetsu se levantó como impulsado por un resorte, antes de que Gackt pudiera echársele encima e inmovilizarlo. Le lanzó un golpe, que el cantante bloqueó fácilmente. Lo que Gackt no esperaba era que Tetsu lo pateara, acertándole de lleno entre las piernas.
Gackt se dobló por el dolor, y Tetsu aprovechó la oportunidad de meterle un rodillazo justo debajo de las costillas.
Fue el golpe en su espalda lo que le hizo reaccionar. En un movimiento inusualmente ágil, se arrancó el cinturón y lo lanzó como si fuera un látigo contra el bajista, alcanzándole el pecho con la hebilla. Tomado por sorpresa, Tetsu intentó cubrirse, pero aquello dolía sin importar dónde le alcanzara, así que en cuanto pudo, sujetó la tira de cuero entre las manos y lo empujó, embistiéndolo de frente con todo su cuerpo, terminando encima de él y utilizando el impulso para colocar el cinturón sobre su garganta, mientras le inmovilizaba los brazos con las rodillas.
Fue más la sorpresa que el propio ataque lo que le mantuvo abajo por un tiempo, que para ambos pareció eterno. Cuando sintió que le faltaba el aire, utilizó su gran agilidad para ejecutar un giro que les dejó en la misma posición, pero con los lugares intercambiados. Tetsu volvió a atacar su espalda con ambos puños, y Gackt decidió que había tolerado suficiente. Sujetó su cabello y golpeó su cabeza contra el piso hasta extraer sangre y casi hacerle perder la conciencia.
Tetsu estaba demasiado aturdido para darse cuenta de que Gackt ataba sus manos a su espalda con el cinturón. Lo siguiente que su mente pudo registrar con claridad fue la sensación de verse arrastrado por los cabellos a todo lo largo del pasillo y hasta la cocina. Para cuando llegaron ahí, tenía los ojos llenos de lágrimas y la certeza de que la humedad en la parte posterior de su cabeza era sangre.
Dejando a Tetsu en la entrada de la cocina como si fuera un costal de papas, recogió algunas cosas en una bandeja, para después volver a agarrarlo por el cabello y arrastrarlo hacia la habitación. Esta vez, Tetsu protestó. Tal vez porque el roce de la alfombra del corredor le quemaba la piel.
Ignorándolo por completo, Gackt se desvistió con toda la calma del universo. Cuando por fin se volvió hacia él, lo arrojó a la cama sin mucha ceremonia y le quitó la ropa como si no fuera un ser vivo, destruyendo la camisa en el proceso y golpeándolo con fuerza cada vez que se oponía. Con la misma rudeza, lo empujó contra la cabecera de la cama, colocándose a su espalda, besándole los hombros y la espalda sin cariño alguno.
Muy a su pesar, Tetsu notó los efectos del contacto de su piel desnuda contra la suya. Había ido a ese lugar buscando que sucediera algo similar, pero ahora, con el sabor de la sangre llenando su boca, ansiaba terminar todo eso lo antes posible. De pronto, sintió un cubo de hielo recorrer sus omóplatos, causando que jadeara y arqueara la espalda bruscamente, apoyándola contra el pecho de Gackt. Apretándole más contra sí, el cantante trabajó con fuerza su erección y sus testículos con una mano, mientras la otra presionaba el hielo contra su carne hirviente, provocando que su piel se erizara y sus pezones se endurecieran. Tetsu no pudo evitarlo, se apretó contra su pecho y empezó a jadear y gemir.
– ¿Lo disfrutas? – susurró con voz ronca en su oído mientras llevaba el desgastado hielo a recorrer su pulsante erección. Tetsu lanzó un fuerte gemido de dolor, placer y frustración; sus manos intentaron liberarse, pero sólo consiguieron apretar más el nudo.
– ¡Hijo de puta…! – alcanzó a decir con voz torturada.
– Me das asco, Ogawa. Escúchate… suenas como una perra… – lo tocó con fuerza, arrancando un gemido de su garganta.
– Si te doy asco, ¿por qué estás haciendo esto conmigo? ¿Por qué me recibiste en tu casa?
Tetsu se encontró estrellado contra la pared y la cabecera, sintiendo que el golpe definitivamente le dejaría un morete en el pómulo.
– Porque, igual que todo hombre, tengo mis necesidades. Porque prefiero que seas tú antes que una puta barata; porque me gusta verte en esta posición… Puedo tenerte cuando quiera y puedo hacerte lo que quiera – un beso en su nuca, frío como el hielo.
Volvió a golpearlo contra la cabecera y lo hizo caer de espaldas sobre el colchón. Tetsu alcanzó a ver una daga brillar en sus manos, antes de sentir el frío canto de su hoja pasear por su pecho y su garganta.
– ¿Vas a matarme?
– Tal vez.
– ¿Y qué pasará entonces con tus necesidades?
– Puede que sea aún mejor. ¿Recuerdas aquel video de Malice Mizer… Iluminati?
Tetsu sintió un escalofrío. Dudaba poder olvidarlo alguna vez, o la sensación que le había provocado ver a su joven e inocente amante interpretando aquellas decadentes escenas.
– No.
– Da igual. Pero, ¿sabes? Desde entonces una parte de mí se ha estado preguntando cómo se sentiría hacerlo de verdad.
– No tendrías los huevos – le retó.
Gackt esbozó una amarga sonrisa contra su boca, sintiéndose a punto de llorar; pero en lugar de ello, trabó las piernas del bajista con las suyas, estirándose para recoger un objeto más de la bandeja. Apretándole el cuello con la zurda, lo reacomodó sobre las almohadas para darle una buena vista de lo que pensaba hacer.
Tetsu le observó trazar con su daga una línea roja horizontal sobre el hueso de su cadera. Mientras reprimía a medias un gemido y observaba la línea de la herida llenarse de sangre que luego empezó a escurrir por su piel, Gackt empezaba una segunda. Tres. Cuatro. Cinco. Seis. Apretó los dientes para no gritar, pero en cuanto la primera gota de limón cayó sobre su carne herida, empezó a perder el control.
Gackt le sentía revolverse con fuerza mientras lamía la interesante mezcla de sangre y jugo de limón, y cuando al fin levantó la vista, lo encontró llorando abiertamente. Aunque su rostro era una máscara impasible, sintió su pulso temblar cuando le separó las piernas para poseerlo.

En medio de un tenso silencio, Gackt le soltó las muñecas. Tetsu se apresuró a vestirse, tomando otra camisa de Gackt sin preocuparse por la talla esta vez, y salir del lugar.
El mismo silencio le acompañó hasta su apartamento, donde se permitió la liberación que las lágrimas le ofrecían.
El mismo silencio reinó en aquella habitación hasta el portazo de Tetsu, que fue como una señal para que la primera lágrima se desprendiera amarga de los ojos de Gackt.

Capítulo 4

– ¿Seguro de que no quieres un poco?
Gackt negó con la cabeza. Tetsu se encogió de hombros y terminó de devorar su postre con cara de deleite, aunque el helado con jarabe de chocolate había dejado de tener gusto alguno en el momento que Gackt había llegado al apartamento.
– Es por eso que tu piel siempre parece un campo minado. Tragas dulces como una púbera que ha terminado con el novio.
– Me dedico a disfrutar de la vida.
El cantante pareció reflexionar un segundo.
– Tienes razón. Hazlo mientras puedas. A tu edad, debe ser terrible saber que el tiempo se te agota.
– ¿No te gusta el chocolate? – preguntó mientras lamía la cuchara.
– No. Odio los dulces.
– Qué lástima. Eso puede explicar por qué tienes el agrio carácter de un anciano a pesar de que eres un mocoso – se tomó su tiempo para desabrocharse el pantalón y, con sumo cuidado, vaciar un poco de jarabe de chocolate sobre su ya enorme erección.
Con la misma lentitud, Gackt se arrodilló frente a él, quitándose la corbata y desabrochando los primeros botones de su camisa y, con un solo movimiento, engulló el duro miembro de Tetsu hasta la base. Hizo algo parecido a un carraspeo, obteniendo un gemido por toda respuesta.
Las manos de Tetsu acariciaban su cabeza, pidiendo un ritmo que él se negaba a conceder simplemente para contrariar sus deseos. Moviendo su cabeza de arriba abajo, presionando con sus dientes y su lengua, no buscaba satisfacerlo sino, muy por el contrario, quería demostrarle que él tenía bien sujetas las riendas de lo que fuera que pasara. Muy al fondo, ansiaba estar con él, que Tetsu le suplicara por más con palabras cariñosas… pero las manos que tocaban su cabello no se movían con amor, sino con la frialdad de quien acaricia un animal costoso antes de decidir si le reditúa lo suficiente para comprarlo.
Era todo igual que siempre; se moría por tocarlo, mirarlo, sentirlo cerca… pero al final, sus manos eran duras al rozar su piel, sus labios egoístas al besarlo. El placer se mezclaba con el dolor cuando sus dientes apretaban demasiado fuerte, pero no se atrevía a ponerle fin.
– Me pregunto qué diría el mundo si pudiera ver al gran Gackt justo donde está ahora – comentó, sin que los jadeos menguaran el veneno de sus palabras.
Estuvo a punto de reír por su reacción. Gackt siguió trabajando su miembro con la boca, pero metió violentamente dos de sus dedos de pianista en su ano. Sentía el orgasmo inexorablemente cerca y sus jadeos se hicieron más rápidos, pero justo entonces Gackt lo soltó. Un poco desorientado, lo observó ponerse en pie y desnudarse rápidamente antes de volverse hacia él. Tetsu decidió salvar su camisa arrojándola hacia un lado mientras Gackt terminaba de sacarle los pantalones.
Lo empujó, aplastándolo boca abajo contra el sillón, se colocó sobre él y lo penetró con fuerza, sin dejar de sujetarlo firmemente por el cabello. Tetsu dejó oír una queja al mismo tiempo que el micro componente se ponía en marcha, pues una parte de su torso había caído sobre el control remoto. La música de Billy Joel llenó el ambiente con un tema irónicamente dulce para la situación en que se encontraban.
Aunque no quisiera, acababa siempre preguntándose cuándo se había envuelto tan rotundamente en aquella relación malsana. Sabía bien cuándo se habían encontrado, pero no cómo habían definido las reglas entre ellos. Invariablemente, se encontraban, compartían esa mezcla de sexo salvaje y pelea sanguinaria, y se separaban sin decirse mucho, volviendo a buscarse tan pronto como las heridas hubiesen sanado lo suficiente para soportar nuevas. A veces, Tetsu lo buscaba cuando aún resentía los efectos de su última reunión, o viceversa, pero sin importar su estado, jamás se rechazaban, y en tiempos más recientes, sus encuentros eran tan frecuentes que podían encontrar en sus cuerpos las marcas aún frescas de la vez anterior.
Y cada vez, se sentía como un violador, y sentía asco de sí mismo. El completo dominio físico que tenía sobre él, junto al hecho de que Tetsu se le resistiera, no ayudaba a que se sintiera mejor. Porque eso no era lo que él quería. Lastimando a la persona que amaba, arrancándole el placer con brusquedad, sentía las heridas de su corazón hacerse más profundas, aquellas que no habían sanado nunca, aún después de años. Quería que Tetsu le perteneciera por completo y voluntariamente, quería sus caricias, sus sonrisas, sus pensamientos, su amor… pero sólo podía tener su cuerpo. Quizá para vengar esa frustración lo lastimaba como hacía ahora. Y quizá el remordimiento por lastimarlo le hacía recibir gustoso las lesiones que le causaba.
Con el dolor en su pecho amenazando con ahogarlo, aceleró sus penetraciones hasta que, por un glorioso instante, el éxtasis le impidió pensar en nada. Después, la quietud y el silencio enmascararon la desesperación, el llanto de un alma desgarrada y los gritos que nunca dejaba oír.

Permitió que Gackt manejara su cuerpo a su antojo; la única reacción al placer y el dolor fueron sus dientes apretados y sus puños aferrándose al tapiz del sillón. Sentía al cantante poseerlo con fuerza y jalonear su pelo, pero sólo acertaba a quedarse quieto, emitiendo alguna queja mientras su mirada vidriosa se mantenía fija en el respaldo del sillón. ¿Cómo había llegado a esa situación?
Las reglas estaban bien definidas entre ellos: nada de besos, nada de abrazos o caricias, nada de palabras… a menos que cualquiera de esas cosas fuera lo bastante cortante para causar daño. Se arrancaban el placer por la fuerza mientras lastimaban sus cuerpos con golpes y su espíritu con palabras.
Deseaba pasar tiempo con él, hablando de música, de sus vidas o de nada en absoluto, pasarle los brazos alrededor de los hombros y sentirle apoyar la cabeza en su pecho. Extrañaba sus atenciones, sus besos tiernos, el sonido de su risa… pero habían pasado demasiadas cosas entre ellos, y la cercanía que compartían en ese momento era lo más que podía tener de él.
Apretando aún más los puños en la tela, cerró los ojos al sentirlo terminar en su interior. La sensación de la líquida calidez dentro de su cuerpo fue suficiente para hacerlo estallar en el placer del orgasmo. La relajación era mayor con la serena presencia de Gackt yaciendo lánguidamente sobre su espalda y cuando, aún temblando, se levantó de encima de su cuerpo, sintió como si una espada le atravesara el pecho. Acogió la sensación con una sardónica sonrisa. Quizá como castigo por haberlo apartado de su lado cuando él era el único ser al que había podido amar de verdad en toda su vida; quizá como castigo por haber asesinado, en cierta forma, al dulce muchacho que lo había amado con toda su alma.
Sintió a Gackt sentarse sobre sus muslos, que aún descansaban sobre el sillón, para empezar a vestirse. Ese era otro de sus tácitos acuerdos: nunca permanecían juntos por más de unos minutos después del sexo… o antes de él.

Ambos se tensaron al mismo tiempo. La melodía que ahora tocaba el micro componente era inconfundible, sus notas de piano que pronto se mezclarían apasionadas con el ritmo de la batería: Regret. Aquella era la versión que Gackt y Kami tocaran una vez en una presentación en vivo, y no existía de ella una publicación oficial.
Tetsu se incorporó en el sillón, sacudiéndose al cantante de encima mientras se apresuraba a fabricar una excusa para justificar la presencia de esa pieza particular en su colección de música… pero al no poder encontrar ninguna, se esforzó a desviar la atención del cantante.
– ¿Nostalgia? – preguntó con voz glacial mientras él también empezaba a vestirse.
– Tal vez – tuvo que decir. Aquella melodía encerraba tanto dolor, pesar, amargura, arrepentimiento… Sólo Kami había sido capaz de comprender su intensidad, al igual que sólo Kami había sido capaz de comprenderlo a él. Sintió como si una fría tenaza estrujara su corazón. Kami había sido su amigo, le había prestado su fuerza cuando la suya no bastaba para sostenerlo, le había prometido ayudarlo siempre y no se había cansado de repetirle que, al final, todo resultaría bien. Y a pesar de todo lo que se había jurado a sí mismo tras su muerte, había terminado convirtiéndose en ese despojo de ser humano; había dejado que el amor muriera en su pecho. Si Kami pudiera verlo ahora…

Le destrozó verlo ocultar la mirada, volver el rostro mientras sus brazos se envolvían en sus propios hombros. Alguna vez había escuchado decir que ese era el gesto instintivo de quien buscaba cobijo en sí mismo al saberse completamente solo, abandonado en el mundo. Y sin embargo, un rictus de crueldad apareció en las comisuras de sus labios.
– ¿Lo extrañas? Se llamaba Kami, ¿verdad?
– No digas su nombre – y su voz fue neutral, carente de toda emoción.
– ¿Por qué? – se sintió al borde de las lágrimas, con la desesperación y los celos fundiéndose en uno solo en su pecho. Era reconfortante y doloroso a la vez saber que aún había alguien capaz de reavivar los sentimientos de Gackt, aunque ya no se contase entre los vivos –. ¿Era un buen amante? – sintió su corazón explotar en pedazos con esas palabras.
Aquello era una prueba más de que siempre había estado intentando atrapar la niebla entre sus dedos. Siempre había creído, o querido creer, que Tetsu lo había amado y que, al menos muy en su interior, seguía haciéndolo… pero si algo de ese amor hubiese existido alguna vez, no lo lastimaría de ese modo.
– No vas a usar a Kami para pelear conmigo.
Y en esa frase estaba toda la fuerza que le restaba. Odiaba perder el control, pero quizá había llegado el momento de dejar que pasara. Había soportado la tensión durante años, y ya no había remedio. Por fin, los muros que lo sostenían se habían colapsado y ya nada importaba. Ni siquiera importaba el dolor que pudiera causar a los demás o que Tetsu contemplara impasible su patético final.
Estaba harto de pretender. Alguna vez había escuchado decir que el suicidio no era sino un momento de valentía en una vida entera de cobardía; pues bien, quizá era el momento de reclamar el suyo. Cuando llegara a casa, se plantaría frente a su enorme colección de armas y elegiría una para volarse la cabeza. O tal vez mejor una espada. Sería mucho más estético para los obituarios. Al menos se permitiría el lujo de ser artístico hasta el final…
– ¿Qué?  ¿De pronto te has vuelto decente? No necesitas cuidar tu imagen conmigo, yo sé cómo eres en realidad – lo miró un momento –. ¿Triste? – resopló –. Pero si ni siquiera fuiste a su funeral.
– Cállate – dijo con la voz en un hilo –. Nunca lo entenderías. Kami fue el único en comprender, fue el único que supo lo que estaba pasando cuando me fui. Mana dijo que fue mi culpa; que yo dejé solo a Kami y que por eso sucedió… pero Mana siempre busca a quién culpar para sentirse bien consigo mismo. Y fue Kami quien dijo que tenía que irme, que debía alejarme del dolor para poder sanar las heridas, aunque para eso tuviera que abandonar toda mi vida. Y tú eras mi vida… y mi dolor…
Ahí estaba. Después de meses enteros de tortura, había conseguido escucharle esas palabras, que le confirmaban que Gackt había sufrido tras su ruptura, que por él había llorado lágrimas de sangre y había puesto su mundo de cabeza. Era un triunfo que había añorado durante mucho tiempo, pues le confirmaba que no estaba solo en el dolor que él mismo había sentido.
Quería verlo. Quería mirar esos falsos ojos azules humillados y atormentados por el pasado; así que le tomó el rostro con la mano y lo forzó a mirarlo a la cara, pero la salada humedad de sus mejillas hizo detonar algo en su interior.
Si existiera un dios, Gackt le habría rogado que lo matara en ese instante. Y si fuera un dios magnánimo, le pediría, además, que le permitiera sentir a Tetsu abrazándolo fuerte una vez más. Tan sólo una vez más.
– ¿Lloras por él? – preguntó, pero su voz había perdido la seguridad.
– Lloro por mí – respondió con dificultad –, porque ya no puedo llorar más por ti.
Tetsu comprendió. Quizá ignoraba los detalles y las explicaciones y todas esas pequeñeces, pero carecía de importancia, porque cuando se comprende una emoción, eso es más que suficiente.
Por un momento, Gackt creyó estar soñando, pero acogió con avidez la sensación de Tetsu estrechándolo contra su cuerpo, de sus manos acariciándolo con una ternura tintada de adoración. Y mientras escuchaba sus palabras, se apretó contra él, dejando que sus sollozos subieran fuertes por su pecho e hicieran temblar violentamente sus figuras enlazadas.
– Me tomó dos días, ¿sabes? Hicieron falta sólo dos días para descubrir que era a ti a quien quería a mi lado; que Kaori era divertida, pero que nunca podría amarla porque mi corazón ya le pertenecía a alguien más. Pero… – y su voz empezó a quebrarse – me dolía regresar a tu lado y reconocer que no podía vivir sin ti cuando tú estabas triunfando por tus propios medios. Era demasiado orgulloso para suplicarte, sobre todo cuando tú seguías adelante y yo sólo podía echarte en falta.
– Cuando dijiste que te ibas con ella… definitivamente… no podía seguir viviendo. Kami y You tuvieron que convencerme… más bien obligarme a continuar, pero yo ya no podía vivir. Sobrevivir, tal vez; pero no vivir. Funcionó a medias por un tiempo, pero cuando volví a verte sentí que renacía. Otra vez podía sentir, y te amaba y te odiaba al mismo tiempo por eso… ya que las emociones estaban ahí, quería que fueran despertadas por ti… sin importar de qué clase fueran, porque… – tragó saliva con dificultar, pero aún así, no pudo pronunciar ni una palabra por un buen rato, hasta que las manos de Tetsu acariciando suavemente su cabello le dieron la fuerza suficiente – te quiero, Tetchan. No he dejado de quererte nunca…
– Yo no.
Sin poder creer en nada, Gackt levantó la vista hacia él. Las emociones bullían en su interior con la intensidad suficiente para asfixiarlo. Sus palabras eran como un hierro al rojo vivo atravesándole el pecho, pero sus caricias eran suaves, tal como habían sido años atrás. En sus ojos castaños había esa curiosa mezcla de completa honestidad y travesura infantil que lo había fascinado siempre.
– Yo te amo, Gacchan. Quererte no es suficiente.
Por una vez en la vida, Gackt se encontró completamente sin palabras. Quería gritarle que ese no era el momento más apropiado para ponerse poético, pero sólo pudo apretar su abrazo hasta hacerle perder el equilibrio.
Tetsu estuvo a punto de caer al suelo, pero de algún modo se las arregló para no perder el piso y seguir abrazándolo mientras se dejaba caer a su lado. Gackt seguía llorando como un niño pequeño, y él acomodó el rostro en su hombro. Vio una cristalina gota caer sobre el hombro del cantante y resbalar por su espalda de músculos duramente definidos; luego otra más. Sólo entonces supo que él también estaba llorando.
Cuando pudo tranquilizarse, lo apartó un poco, empujándolo con gentileza. Sus ojos siguieron fijos en los acuosos iris azules mientras sus manos acariciaban aquel rostro tan familiar intentando secar las lágrimas que lo bañaban. Al momento siguiente, sin transición, el mundo había quedado sumido en la oscuridad de sus párpados cerrados, mientras sus labios devolvían el beso con la misma ternura que le era entregado. Esta vez, era como lo recordaba, apasionado pero suave, despertando en él el deseo de saborearlo como una figurita de azúcar demasiado hermosa para deshacerla demasiado aprisa.
Al desprenderse de él, otra vez respiraba fuerte. No dejaba de tocarlo, como si aún no pudiera creer que al fin lo había recuperado. Lo miró a los ojos, y por primera vez el azul no le pareció frío y hostil, sino cálido con el reflejo del mismo prístino deseo que él sentía arder en su pecho.
– Gacchan…
– ¿Hai?
– ¿Ai shite mo ii no?
Gackt sólo sonrió, volviendo a besar su boca mientras lo arrastraba consigo hasta descansar su cabeza sobre el brazo del sillón.
– Chotto..
– ¿Doushita no?
– Koko wa dame – le besó en la mejilla, muy cerca de la oreja, y luego se levantó.
El cantante pareció dudar un momento antes de imitarlo. Lo siguió hasta la habitación, y ésta le pareció diferente. Quizá porque ahora todo el mundo le parecía distinto. Deseando recuperar algo más, lo derribó bruscamente sobre la cama. Tetsu rió suavemente, porque en esa acción no había agresión alguna.
Mientras sentía los besos bajar por su cuello hacia sus hombros, Tetsu sujetó la tela de su camisa con el repentino impulso de empujarlo e invertir sus posiciones para hacerle el amor como antes. Pero no lo hizo. De ninguna manera quería que las cosas volvieran a ser como antes, pues antes no se habían comprendido y habían acabado por hacerse daño. Así que, en lugar de eso, apartó la ropa, que aún tenía a medio poner, y se perdió entre las sensaciones que le despertaba el tacto de su piel suave y cálida.
– Tetchan – dijo, rompiendo la cadena de besos que le habían llevado hasta su pecho. De pronto había recordado algo.
– ¿Un?
– Vamos a arruinar las sábanas.
El bajista podría haber reído. Así que no era el único que tenía la cabeza llena de recuerdos…
– No importa. Si sucede, mañana nos pasaremos por el centro comercial y compraremos unas que te gusten.
– Un – asintió, sin desprender sus labios de su pecho. Sus manos bajaron por sus costados, delineando los perfectos abdominales hasta llegar a la pretina de los pantalones, que apartó de su camino para seguir acariciándolo.
Empezando a sentirse desesperado, Tetsu enredó una pierna en torno a su cintura, acercándolo más a su cuerpo.
– ¿Cuál es la prisa? – preguntó, aunque su respiración ya era entrecortada.
– Me gustaría seguir así por otro rato, pero tendrás que hacerlo ahora si no quieres continuar tú solo.
– Sería impensable – volvió a subir por su cuello mientras sus manos guiaban su cuerpo para acomodarlo al suyo –. ¿Algo de lubricante?
– Nos preocuparemos por eso la próxima vez.
Gackt asintió y entró en su cuerpo, con sus manos aferrando su cadera y la mirada perdida en los oscuros ojos de su amante, hasta que sus labios volvieron a encontrarse. Entonces, cerró los ojos para evitar que cualquier cosa pudiera distraerlo de la caricia.
Tetsu lo sentía moverse en su cuerpo, apretándose contra él e intentando devorarlo con sus besos. A penas podía creer que sus deseos se hubiesen cumplido de manera tan absoluta. Quería aferrarse al momento por más tiempo, aunque fuera por sólo unos segundos, pero justo entonces Gackt dejó escapar un ahogado gemido contra su boca, y eso bastó para hacerlo explotar de placer.
A Gackt sólo le tomó unos instantes alcanzarlo, desplomándose tembloroso sobre su torso.
Desde la sala llegaba todavía la música de Tetsu, pero ellos sólo podían escuchar sus jadeos y, con un poco más de atención, las pulsaciones en sus venas.
– ¿En qué piensas? – preguntó Gackt al verlo observar el blanco techo.
– En ti.
– ¿Hontou? – y un beso en su mejilla. Se tiró a su lado en la cama, apoyando la cabeza en su brazo –. Estaba pensando…
– Es un avance – bromeó –. ¿En qué pensabas?
– Que el año entrante podremos festejar nuestro aniversario junto a Haido chan.
– ¡¿Haido chan?! – pretendió escandalizarse.
– ¿Quieres que lo llame Haido san? Somos buenos amigos.
– Cuida los títulos que usas con la gente, Gacchan. Soy un novio muy celoso, ¿lo recuerdas?
Gackt lo meditó un momento. Tetsu jamás había sido celoso. Ni siquiera había movido un dedo cuando Közi intentaba manosearlo en broma en su propia casa y frente a sus narices. De igual modo, decidió seguirle el juego.
– Haido sama, entonces.
– Y además, no podemos celebrar aniversario junto a él.
– ¿Por qué?
– ¿Crees que sería justo? Apenas hoy nos hemos reencontrado.
– Sou da na – depositó un beso sobre el bíceps en que se apoyaba, y luego volvió a quedar en silencio. Sentía en los ojos el agradable hormigueo del sueño, pero no quería dormir, pues temía despertar entonces, encontrándose arrojado a la cruel realidad para descubrir que todo había sido sólo un sueño.
– ¿Mh? – Tetsu sintió una gota caer sobre su brazo, y le tomó varios segundos darse cuenta de que era una lágrima –. ¿Ahora por qué lloras, amor?
Emitió un resoplido, que algo tenía de risa.
– Está bien, Tetchan. No son lágrimas malas. Creo que los dioses han colocado la felicidad y el dolor demasiado cerca.
Se separó un poco de él para observarlo mientras secaba sus mejillas. Luego volvió a jalarlo contra sí hasta quedar boca arriba con el cuerpo de Gackt sobre el suyo, acariciando su suave pelo castaño.
– Deja de llorar – su tono fue autoritario.
– ¿Un?
– Eres demasiado hermoso para estar llorando, así sea de felicidad.
Gackt dejó oír una risita.
– ¿Y qué me dices de ti?
– Yo no estoy llorando.
– Mentiroso – se incorporó un poco y acarició su sien para secarla, mientras lo besaba muy suavemente en los labios –. Ai shiteru, Tetchan.
– Yokatta.
Gackt volvió a recostarse sobre su torso, adormilándose poco a poco como un gatito bajo las caricias de Tetsu, quien pensó que casi podría escucharlo ronronear.
Sonrió ampliamente, aspirando el aroma del perfume que impregnaba su cabello. Las cosas eran diferentes, pero todo era perfecto. El mundo podría desmoronarse en pedazos y todo estaría bien para ellos, mientras pudieran estar juntos.
Pleno de felicidad, respiró hondo, pero esto le costó trabajo. Miró al techo un momento antes de decidirse a hablar.
– Ne, Gacchan.
– Un – respondió, deslizándose en la inconciencia.
– Sabes que te amo…
– Un.
– Y sabes que me encanta tenerte cerca…
– Un.
– Y que antes te dejaba dormir encima de mí, como ahora.
– Un.
– Demo… antes pesabas como veinte kilos y ahora…
– ¿Nani? – dijo medio espabilándose.
– No puedo respirar.
El cantante rió, le besó en los labios y se acomodó a su lado, jalándolo hasta hacerle descansar la cabeza en su hombro y envolverlo en sus brazos. Cerró los ojos y se rindió al sueño, pensando que, después de todo, su última canción de amor no tendría que ser también de desesperanza.

~Owari~

by Alexa chan