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SECCIÓN 3
GEKIRYUU [UN RÁPIDO FLUIR]
5. Madagascar no Kettou
[Duelo en Madagascar]
Hace tres años, fui a Madagascar. Es una pequeña nación en una isla, al este del continente Africano; tiene una extensión de 1,6 veces el tamaño de Japón y una población de 1.600.000 habitantes, aproximadamente.
Viajé allí para un trabajo para la NHK.[1] Cuando me lo propusieron, pensé que podría aprovechar para realizar algún tipo de búsqueda espiritual. Por esa época estaba realmente necesitado de eso.
Era mi segundo año de carrera en solitario. Mientras seguía con mis actividades musicales, buscaba cómo podría encaminarme a lo que deseaba que fuera mi propio estilo.
Fuimos a aldeas donde la “Lucha de Madagascar” y el “Boxeo de Madagascar” eran muy populares.
En serio, era increíble. Cuando llegamos a la aldea, sus habitantes estaban totalmente colocados de marihuana. Y, aún así, gracias a que cada día caminaban muchos kilómetros, acarreaban agua, araban sus campos, ese estilo de vida moldeaba sus cuerpos hasta darles la apariencia de esculturas.
Entre ellos es muy popular un tipo de lucha muy enérgica, donde no usan guantes.
Debe ser por instinto.
La gente forma un círculo en torno a los dos combatientes, y las mujeres y los niños de la aldea actúan de espectadores. Es como un combate entre dos leones, para ver quién se queda con la leona. También es un modo de probar la fuerza de los hombres.
Naturalmente, también había algunos de los participantes que eran insignificantes. Era realmente impresionante. Me sentía aterrado con sólo verlo. La fuerza muscular de los luchadores… Todos los africanos poseen músculos de acero.
Al principio, me limité a mirar. Entonces, el director me preguntó:
-¿Quieres probar, Gackt-san?
-Cuando dices si quiero probar… ¿quieres decir que vas a obligarme?
Uno de los combates acaba de terminar, así que decidí probar. ¡Quería enfrentarme a una persona de Madagascar!
Unas 100 personas, entre adultos y niños, se reunieron en torno a mí, formando un círculo gigante.
Aquella era la primera vez que hacía algo así. De aquella manera, en medio de gente a la que no conocía, estaba de pie, a solas, rodeado.
También era la primera vez para mí que me tocaba ser el segundo favorito. Desde el fondo de mi corazón, me sentía insignificante. Sin embargo, al mismo tiempo, el corazón me latía a toda velocidad. No tenía modo de huir y, en semejante situación de peligro, me sentía realmente excitado y nervioso.
Me encontraba en el centro de un círculo de arena, lo cual dificultaba la afirmación de los pies y, frente a mí, había 4 o 5 tipos Africanos llenos de vitalidad.
En ese lado, con un tono de voz salvaje y descontrolado, un hombre que parecía como si fuera su entrenador, no hacía más que animar a la gente. En el idioma nativo, decía algo como: “Puedes elegir a quien quieras.”
Yo era un luchador competente. ¿Iba a volverme estúpido? Intercambiamos unas palabras. Miré con fiereza al hombre y le dije:
-¿No puedes luchar tú conmigo? Quiero enfrentarme a ti.
En ese instante, todos los aldeanos que me rodeaban estallaron en un rugido ensordecedor.
-¡Puedes hacerlo, entrenador! –gritaban, con los ojos brillantes de excitación.
-¿Yo?
Viendo sus expresiones faciales, el hombre se despojó de su atuendo. Debajo apareció una piel de un negro puro sin una traza de grasa. ¡Era sin duda un oponente adecuado!
No me extrañó que los aldeanos vitorearan con tantas ganas. No, no, él poseía uno de esos físicos increíbles. No podía compararlo con ningún otro oponente.
Sin embargo, no me retiré. Por encima de la muchedumbre que seguía vitoreando, sentí que se alzaba una extraña tensión.
No conocía realmente las reglas. No se podía dar puñetazos ni patadas, y me explicaron que la única forma de ganar era hacer que la cara o el hombro de la otra persona tocara el suelo.
Fue una explicación muy primitiva. Sin embargo, me bastó. Si lo intentaba, sabría si podía hacerlo o no y, así, lo desafié a un duelo.
Pero, cuando comenzó el Segundo combate, me soltó un puñetazo.
-¡Eh, acabas de decir que no podía golpearte!”
Y entonces, un cambio se provocó en mí. El sentido de batalla que llevaba latente en mi interior, se despertó.
En ese instante, pensé que iba a matar a mi oponente. Fui consciente de una parte de mi propio ser que había olvidado, y estaba preparado para romperle el cuello. Lo tenía justo debajo de mí, retorciéndose. Todos los aldeanos y el árbitro llegaron corriendo, asustados, agarraron mi mano y me detuvieron.
Entonces, el combate terminó. Aunque me habían prometido tres combates, todo terminó después del primero.
Mi oponente estaba también muy agitado y excitado. En cuanto volvió a ponerse en pie, gritó:
-¡Vamos, otro combate!
-¿Qué estás diciendo? ¡Casi mueres!
Después vería la filmación de aquel momento una y otra vez. Mis ojos tenían una mirada muy peligrosa. En la oficina, el equipo fue muy severo:
-¡No podemos dejar que los fans vean esto!
Sin embargo, yo ya lo había confirmado con claridad. Esta era mi verdadera naturaleza.
Creía que esa parte de mí había sido enterrada en lo más profundo de mi ser hacía mucho tiempo. Eso no significa que fuera una persona violenta, sino que tenía que liberar aquella parte espiritual[2] más a menudo.
En aquella época, no soportaba no ser capaz de alcanzar las cosas que perseguía, aquello por lo que luchaba, todo lo que quería crear. Era incluso peor si mis puntos débiles y los peligrosos no iban de la mano.
Cuando tenía diez años, era un compendio de cosas peligrosas.
Sin embargo, antes de darme cuenta, había suprimido las partes peligrosas de mí mismo.
Estaba atado por normas, y era como si hubiera estado aprisionado dentro de una jaula formada por mí mismo. Cada vez que la parte salvaje de mi interior quería aparecer, la ocultaba y, por aquel tiempo, realmente sentía que había restringido aquella parte.
Después del combate, el jefe de la aldea apareció y dijo:
-En esta tierra, en medio de un suelo hostil y tantos espectadores, tú has encontrado la fuerza de dar un paso adelante y luchar este combate. Esta fuerza parte ahora hacia todos los jóvenes que te han visto pelear. Gracias.”
Eso era lo que él pensaba.
Después de aquello, me marché de Madagascar, preguntándome si habría cambiado mucho. Me había vuelto sociable. Era raro ser sociable con otros. Me volví más consciente de la gente que me rodeaba.
Una explicación es que, cada vez que creía que la situación se estaba volviendo peligrosa, me preguntaba a mí mismo si debía entrar en acción o no. Y siempre actuaba de forma más activa de lo que había hecho en el pasado. En cuanto a quién usaba para esto, lo cierto es que me enfrentaba a cualquiera, incluso a mis amigos. Sin embargo, si ese era el caso, había comenzado a darme cuenta de ello recientemente[3].
Más que restringir mi estilo de vida, estaba matándome a mí mismo al no ser capaz de unificar las partes esenciales y las desagradables dentro de la misma persona. Eso se aplica tanto a mis actividades como a mis obras. Me volvía cada vez más agresivo.
La gente que me rodeaba también había comenzado a cambiar. Cuando regresé de Madagascar, hasta entonces había, por un misterioso capricho del destino, conocido a mucha gente diferente. Ahora, en torno a mí están las personas a las que llamo “mi familia” y están unidos a mí a través de una relación que es mutua.
Creo que esa cosa llamada “destino” es algo que surge de cada individuo, y que nos dirige en todo momento. Mi ser interior cambió, así que, ¿cambió mi destino también?
Cuando el poder de los pensamientos se une al poder de la acción, nace un resultado. Eso es lo que creo.
-o-
Extraído en inglés de Cool Like Plastic – Traducido del japonés al inglés por Gerald Tarrant de Shiroi Heya –Traducido del inglés al español por MIRROR – GACKT SHRINE