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SECCIÓN 3
GEKIRYUU [UN RÁPIDO FLUIR]
3. Saishuupatsu o Chikatta Okinawa Gasshuku
[La Promesa de un Nuevo Comienzo en el Campo de Entrenamiento de Okinawa]
El verano del año que inicié mi carrera en solitario, me fui con todos los miembros de mi banda a Okinawa. No me encontraba en muy buena forma, así que nos quedamos en un campo de entrenamiento de Okinawa durante cuatro meses y medio, para sanar mi cuerpo y mi espíritu.
Se trataba de un campamento dedicado al entrenamiento físico. En un lugar donde no había mucho de nada, nos despertábamos a las 8 o 9 de la mañana, salíamos a correr hasta llegar a la playa, entrenábamos y regresábamos.
Entonces nos poníamos a escribir canciones y, cuando llegaba la noche, salíamos a correr de nuevo, cenábamos, nos tomábamos un descanso y seguíamos componiendo hasta el amanecer. Este ciclo se repetía a diario.
El propietario de uno de los pequeños restaurantes que frecuentábamos, siempre nos saludaba con una sonrisa y un “¡Ganbatteru ka~!”. A mí me decía: “¡Practica con empeño!”
Por algún motivo, parecía creer que éramos parte de un equipo de karate de Tokio.
Cuando entrenábamos, no salíamos sólo a correr, sino que también practicábamos boxeo con sacos de arena y, equipados con protecciones, hacíamos lucha mano a mano. Todos los miembros de mi banda aprendieron las bases de las artes marciales. A causa de esto, sus manos estaban siempre extremadamente cansadas[1].
Con esto, se explica por qué el dueño del restaurante creía que éramos miembros de un equipo de karate.
Todos los miembros del grupo son altos. Mis tres guardaespaldas, a los que traje con nosotros, medían de 1,85 a 1,90 m. Comparado con ellos, con mis 180 cm, yo era el más bajo y delgado.
A causa de esto, el dueño del restaurante, creía que yo era un simple aspirante a entrar en el equipo.
-¡Ganbare, equipo de karate! ¡Espero que pronto te conviertas en un miembro regular!
Cada vez que me decía eso, tenía que recordarme a mí mismo que debía mantener la calma.
Uno de mis objetivos al ir a Okinawa era componer los temas para mi álbum, pero tanto mis compañeros de grupo como yo deseábamos también fortalecernos físicamente.
La primera mitad del año del inicio de mi carrera en solitario, no fue desde luego un camino de rosas. Había estado bajo tanta presión y exceso de trabajo que había estado sufriendo de insomnio. Los demás también estaban exhaustos por el estrés.
Así que, cuando sentimos que era el momento de recuperarnos en salud, mis parientes de Okinawa nos echaron una mano.
Hasta entonces, no había vuelto a Okinawa en diez años. Una parte de mí siempre había mantenido aquella ciudad a distancia.
Había una parte de mí que negaba mi herencia, pero también otra parte que deseaba proteger esa herencia. Me sentía orgulloso de ser de Okinawa y de la raza de Ryukyu[2]. Por otro lado, una parte de mí, se sentía avergonzada de eso.
Siento un enorme respeto por mi bisabuelo. Nunca lo conocí, por supuesto, pero me han dicho que revitalizó la ciudad y que fue el padre fundador de mi familia. La adoración a los ancestros sigue presente en Okinawa y, para mi familia, mi bisabuelo es como nuestro “dios”.
Aunque todo el mundo en mi familia parece diferente, algo que todos dicen es que yo soy físicamente idéntico a mi bisabuelo. Dicen que todo el fenómeno espiritual que me sucede también le ocurría a él.
Hay una palabra, “kamidari”, en la lengua de Okinawa. Allí, los que convocan espíritus y escuchan las voces de los dioses son, principalmente, mujeres y reciben el nombre de “shiro”, “noro” o “yuta”. Es muy poco habitual que un hombre nazca con esas habilidades.
Mi bisabuelo fue uno de esos hombres que experimentaban a menudo estas habilidades “kamidari”. Esto significa que era capaz de ver cosas antes de que ocurrieran.
Cuando era un niño me contaron esto y, aunque respetaba a mi bisabuelo, al principio no me gustaba la idea de dioses y fantasmas.
Hubo veces en las que me dejé llevar por mi orgullo. En momentos como aquellos, hubiera deseado apartar a Okinawa aún más lejos de mí.
Todo el asunto del campo de entrenamiento de Okinawa comenzó con esto:
En mi familia, en el grupo de “shiro” al que pertenecemos, la más poderosa es mi abuela. Ella vino al campamento y me dijo lo siguiente:
-Por fin has vuelto a casa. Ve a ver la tumba de tu bisabuelo. Después, haz lo que creas correcto. Porque no necesitas preocuparte. En lugar de eso, cuando la gente necesite tu fuerza, préstasela de buena gana. Vuelve a casa de vez en cuando, visita la tumba de tu bisabuelo y déjale ver tu sonrisa. Eso es lo que debes hacer[3].
Me resultó difícil entender aquellas palabras. No creía en lo espiritual, así que, ¿de qué estaba hablando? También dijo más cosas. Reunir mis espíritus… cosas como esa.
Dijo que me había enfrentado a la muerte de forma constante porque no me había ocupado de mis espíritus. La gente tiene muchos espíritus y, cuando los pierdes todos, es cuando mueres. Sin embargo, cuando sucede algo traumático, sin saberlo, uno deja un espíritu atrás en el lugar donde sucedió. Eso fue lo que me dijo mi abuela.
Cuando tenía siete años, estuve a punto de ahogarme en el mar de Yanbaru. Ella dijo que estaba segura de que yo había dejado uno de mis espíritus allí, y que por eso iba a ir a recuperarlo.
Sí… esa fue la primera vez que oía algo sobre perder un espíritu. Me daban ganas de decirle: “¿Cuántos años han pasado desde que tenía 7? Di rápido lo que tengas que decir.”
Las ceremonias y rituales no significaban nada para mí. “¿Se supone que tengo que tragarme todo esto?”, me dije.
Siempre había negado todo lo relacionado con la magia o la brujería. No es que ahora crea en nada de eso. Es sólo que ya no lo niego. Me he dado cuenta de que, leyendo entre líneas todo que dijeron mi abuela y mi bisabuelo y los miembros mayores de mi familia, entonces se le encuentra un significado.
Lo que experimenté de niño no me trae agradables recuerdos. Son muy dolorosos. A causa de eso, desarrollé esa negación hacia todo ello.
Sin embargo, en aquel campo de entrenamiento de Okinawa, siendo un descendiente de aquellos miembros de mi familia, sentí que había encontrado una actitud de aceptación hacia mi cultura.
Creo que es por eso que ahora soy capaz de mirarme a mí mismo a los ojos en el espejo. Mi sonrisa en el espejo se volvió feliz. Hasta entonces, no había querido verme a mí mismo, pero finalmente fui capaz de hacerlo. ¿Debería decir que aprendí a aceptarme a mí mismo como realmente soy…?
Ahora, cada año, durante mi visita a la tumba de mi bisabuelo, regreso a Okinawa a dejarme ver por mi familia.
Cuando pienso en ello, desde que dejé Tokio, dondequiera que fuera me contenía y seguía soportándolo todo con paciencia. Me había convencido a mí mismo que tenía que hacerlo así.
Sin embargo, cuando fui a Okinawa, mi abuela me dijo: “Fuiste llamado y viniste a casa. Ahora, una vez más, comienza de nuevo desde aquí[4].” Cuando dijo aquello, volví a sentir que mi corazón volvía a regocijarse.
Gracias a esto, puedo por fin luchar. Sentía como si un enorme peso me hubiera abandonado. En lugar de reprimirme por completo ante las circunstancias que me rodean, plantar cara y avanzar se ajusta mucho más a mi carácter.
Fue entonces cuando decide ser el líder de mis compañeros de grupo, pelear y seguir avanzando en línea recta con la visión que tenía de mi carrera en solitario.
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Extraído en inglés de Cool Like Plastic – Traducido del japonés al inglés por Gerald Tarrant de Shiroi Heya –Traducido del inglés al español por MIRROR – GACKT SHRINE